Semanalmente, se anotaban en ellos sus nombres para que, turnando por riguroso orden, atendieran al culto diario. Eran éstos quienes ejercían de semaneros o “hebdomadarios”, una denominación que procede de la voz griega “hebdómada”, que significa literalmente septenio, porque tales funciones ocupaban siete días.

Esta tabla se confeccionaba todos los sábados, inscribiéndose los nombres sobre los plomos a lápiz o con una tiza para que pudiera borrarse con facilidad. Por las anotaciones que se conservan en esta tabla, que remiten al año 1882, podemos suponer que en esa precisa fecha se abandonó dicha costumbre, aunque las obligaciones de los capitulares, notoriamente reducidas, se han mantenido hasta nuestros días y del mismo modo rotatorio.

La tabla en cuestión debía completarse con otra de marcación parecida conocida en muchos lugares como “bojarte”, donde quedaban asignadas las intenciones y las tandas de misas que, muy numerosas, se celebraban diariamente en los múltiples altares que existían en la Catedral, pero no ha llegado a nuestros días, como tampoco se conserva ninguno de los letreros pintados sobre madera que el Cabildo decidió instalar por todo el ámbito del templo, al calor de las disposiciones sinodales del obispo fray Alonso de Santo Tomás, en 1674, y que advertían: “Ninguna persona de la condición o categoría que fuere forme corrillos ni se junten para fines profanos en esta Santa Yglesia, pena de excomunión mayor latae sententiae”.

Alberto Palomo