NoticiaColaboración Paisajes interiores Publicado: 13/05/2019: 10112 El doctor José Rosado, acreditado en adicciones, aborda la necesidad de transcendencia de la persona que supera una adicción. Una vez superada la adicción y normalizada en su vida, las interrogantes e inquietudes siguen presentes, y también las añoranzas de esos estados gratificantes de conciencia que ofrecía la droga y que representan un grave y peligroso factor de riesgo para las recaídas Ante las interrogantes, inquietudes, deseos de permanencia y trascendencia, y ¡tantas dudas y preguntas!, el ser humano mantiene una intencionalidad de búsqueda y en esta orientación utiliza todo lo que entiende le pueda ayudar. Sospecha que el lugar de donde salen las preguntas debe encontrarse las soluciones, y de una manera natural localiza su mente como el espacio en el que se desarrollan todos los movimientos. Las drogas se le presentan como la ocasión de alejarse de lo externo y concentrarse en lo interno, y seducido por las experiencias de paz, alejamiento de los problemas y olvido del mundo, no duda en su consumo, pues es un recurso fácil, rápido, que necesita poco esfuerzo y sin grandes complicaciones. Es cuando experimenta estados de conciencia valorados como gratificantes, pues estimulan el sistema de recompensa cerebral (SRC) que representa un refugio donde ponerse a salvo frente a una sociedad que no le ofrece muchas felicidades y que es generadora de estrés, frustraciones, miedos y sombras. La repetición del consumo se encuentra asegurado. Claro que también la droga, como sustancia extraña, no respeta el orden, equilibrio, jerarquía y armonía cerebral, y contaminando sus mecanismos de acción, deteriora su funcionamiento, y en poco tiempo provoca necrópolis neuronales en algunas zonas, y esta mutilación origina secuelas que condicionan la vida de la persona; sólo una situación límite le obliga a enfrentarse al estado de esclavitud en el que se encuentra y le obliga a pedir ayuda. Pero una vez superada la adicción y normalizada en su vida, las interrogantes e inquietudes siguen presentes, y también las añoranzas de esos estados gratificantes de conciencia que ofrecía la droga y que representan un grave y peligroso factor de riesgo para las recaídas. En este periodo el tratamiento adquiere tonalidad de especialización, y es resolutiva una información documentada para demostrar que las drogas, cualquier fármaco, no añade nada a los recursos cerebrales. La estimulación del SRC de manera natural y fisiológica ofrece esos estados de conciencia sin necesidad de ninguna droga. Es una realidad inconcusa que toda persona puede activar ese SRC , pues se encuentra en su propia estructura biológica, y entre sus capacidades tiene la de promocionar y facilitar una suficiente calidad de vida. Se impone como primer objetivo un tiempo de estudio y valoración de las secuelas neurológicas, porque es prioritario recuperar la funcionalidad normal cerebral, y esto exige un proceso de introspección dirigida y orientada para que la persona tenga conocimiento de sus capacidades y recursos, y los pueda utilizar con todas las garantías y seguridades. En esta ruta interior contempla territorios que siendo propios no ha sido hollados y que, ofreciendo perspectivas muy significativas para su vida, le entusiasman pues le consolidan justificadas motivaciones para ir superando barreras y alumbrando sombras. No es excepcional que esta persona se sorprenda a sí misma con unas reflexiones en la que le domina una sugestiva tendencia a disminuir la afición al mundo y a sus cosas, porque en estos pensamientos experimenta sensaciones de seguridad, plenitud, gozo y libertad, pero sin las anteriores contaminaciones y efectos patológicos de la droga; de una manera espectacular y original, las adversidades y dificultades, las contempla como oportunidades que le hacen crecer en su integridad y armonía interior, y “todos los vientos le son favorables”. En la misma medida que empieza el desprendimiento de las esclavitudes, el territorio neuronal que controla los movimientos afectivos y emocionales, se transforma en un escenario donde las capacidades cerebrales encuentran encuentra condiciones favorables para activarse y desarrollarse, y las razones seminales, siempre a la espera de asumir su protagonismo, se despiertan y le hace descubrir su verdadera y auténtica realidad que le señala como único, original e irrepetible (ADN), independiente, autónomo, con voluntad libre y portador de unos deseos existenciales que le trascienden porque van más allá de él mismo. En esta dinámica toma conciencia que, siendo un animal racional, esencialmente es un animal espiritual: un espíritu transitoriamente localizado. Las interrogantes, inquietudes y dudas empiezan a recibir respuestas integrales que le van argumentando las plenitudes para las que ha sido creado. Comienza otra historia. Más artículos de José Rosado Ruiz.