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Pedro Luis Gómez: «En determinados momentos necesito sentarme ante un altar»

Publicado: 24/10/2013: 4106

«En cierta manera, la Iglesia fue el primer medio de comunicación», afirma con rotundidad Pedro Luis Gómez (Málaga, 1956).

Periodista en diario SUR desde 1977 y su actual director de Publicaciones. Estudió con los Maristas y con los Agustinos, en Málaga. Fue miembro de la quinta promoción de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense. Son varios los premios que avalan su carrera periodística, entre ellos el Premio Andalucía de Periodismo; y pregonero de la Semana Santa de Málaga. Pero, sobre todas las cosas, su mayor orgullo son sus cuatro hijos.

–¿Cómo surgió su espíritu periodístico?

–Desde pequeño. Con apenas once años retransmitía los partidos de los padres de alumnos contra los profesores en el colegio de Los Olivos, de los Agustinos, con un colador a modo de micrófono. Siempre fui un gran observador de lo que me rodeaba, una virtud o defecto que ha de tener todo periodista, pero que hoy se está perdiendo. Las noticias son las mismas para todos los que las tratan, pero también todos las relatan de forma diferente, porque la observación de los hechos difiere según quién lo haga.

–"Sur", un diario que, desde los años 40, publica el comentario al Evangelio del domingo.

–Yo defiendo la presencia del comentario del Evangelio en las páginas de "Sur" como un elemento más, una suma más, un aporte a los lectores, y ellos decidirán si lo leen o no, si compran el periódico o no, por ello. Es una información más, que en sus orígenes en los años 40 tenía otro fin, ya que se buscaba que fuese la guía para sacerdotes recién ordenados y con poca experiencia o para aquellos que cumplían su labor pastoral en lugares recónditos. La información religiosa es importante porque la mayoría de la población española es religiosa, pero curiosamente hay una especie de pacto en el que no se ofrece la que se debiera por parte de los emisores, ni los receptores la demandan... Es extrañísimo. No ocurre con ninguna otra cosa. Es una pena que la información sobre la Iglesia tenga siempre un peso negativo, y casi nunca positivo, aunque ya se sabe que las buenas noticias no venden, pero creo que todos nos lo deberíamos pensar y cada uno aceptar nuestra parte de culpa. Existe una especie de animadversión entre la Iglesia y los medios de comunicación en la que todos tenemos culpa, pero en la que tampoco intervenimos para superar el problema.

–¿Cómo alimenta su fe?

–Yo solo, como cada uno debe hacerlo... Muchas veces echo de menos que las iglesias de mi ciudad estuvieran más horas abiertas porque, sin saber el motivo, en momentos muy determinados necesito sentarme en un banco de un templo delante de un altar como fórmula de tranquilidad. Yo encuentro mucha paz en las iglesias, en los templos de Málaga, y me gusta ver sus formas, sus mensajes a través del arte, de sus estilos... Todo es muy complejo, porque nos faltan muchas cosas a todos para cumplir bien con nuestro papel en esta vida, y considero que en el mensaje más básico del cristianismo están las claves para ser mejores, vivir en la paz, la generosidad, la entrega y el respeto.

–Hace unas semanas impartió una clase sobre medios de comunicación en el Seminario, ¿necesitan los sacerdotes conocer y participar en los medios?

–Los sacerdotes deben conocer y participar en los medios de comunicación, abrirse a ellos, utilizarlos en el buen sentido de la palabra. Hay que buscar una sinergia que no existe, un conocimiento mutuo que siempre será positivo. No me vale el 'sólo hablan mal de mí' o el 'sólo me llaman para las cosas malas'. Hay que darse a conocer para que te conozcan. Muchas veces perjudica que algunos de los que se atreven a asomarse a los medios son, sean o no curas, personas histriónicas que le hacen un flaco favor a la Iglesia porque sólo buscan su notoriedad personal. Es una asignatura pendiente, y es raro, porque en cierta manera la Iglesia fue, en la historia, el primer 'medio de comunicación'. Se podría decir que existió al tener a una serie de 'periodistas' que debían propagar para su conocimiento general la palabra de Dios. Después, a lo largo de los siglos, y hasta la invención de la imprenta, las 'redacciones' que existían estaban en los monasterios y los 'periodistas' eran los monjes. Nunca antes se ha llegado de una relación tan directa y personal, tan cercana, a un distanciamiento tan enorme.

Autor: Encarni Llamas Fortes

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