Sobre el cristianismo necesario
El cristianismo contiene un potencial transformador tremendo cuando es fiel a su fundador.
El movimiento social generado por la propuesta de Jesús de Nazaret ha buscado cómo encarnarse en las sociedades y ha sido determinante en el devenir de las sociedades hasta el punto de pretender ser emulado para alcanzar popularidad. ¿Un ejemplo? Cuando el emperador Juliano decide restaurar y reformar el paganismo se inspiró en el cristianismo. De hecho, pretendió que los sacerdotes del Imperio Romano promovieran el amor a la divinidad y al prójimo. Juliano escribía en una de sus cartas que el único aspecto que le impresionaba del cristianismo era la actividad caritativa. Los galileos, así llamaba a los cristianos, lograron con ello, creía él, su popularidad; por tanto, se les debía emular y superar.
Pero claro, una estructura social sin referencia a Dios en algún momento se derrumbaría. Ocurrió, ocurre y ocurrirá: imperios, organizaciones, sociedades han sucumbido al estar construidas sobre paradigmas meramente humanos, horizontales, inmanentes. Si la construcción humana no tiene referencia a la Trascendencia se diluirá en el tiempo. Es el riesgo de iniciativas y movimientos que surgen bajo el paraguas de un pretendido cristianismo y que alimentan intereses diametralmente opuestos a los de Cristo. De hecho, la purificación y renovación de la presencia cristiana llega cuando se prescinde de pretensiones mundanas; cuando se encarna el Evangelio con todas las consecuencias. Esto no se consigue de la noche a la mañana.
Por eso, difícilmente una sola generación podrá ver los frutos o los fracasos. Y esto es importante tenerlo en cuenta a la hora de la gestión de las realidades eclesiales de cualquier índole. Recordemos que si los cristianos escoran, desdibujan o desfiguran el mensaje del Evangelio en algún momento el cristianismo dejará de ser significativo para el avance de las sociedades. También la malagueña.