DiócesisHomilías

Envío de los jóvenes que participarán en la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia-2016 (Parroquia Santa María de la Amargura-Málaga)

Jóvenes de la Diócesis de Málaga, junto al Sr. Obispo, en Bochnia, camino de la JMJ Cracovia 2016
Publicado: 07/07/2016: 5122

Homilía pronunciada por el obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en el Envío de los jóvenes a la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia-2016.

ENVÍO DE LOS JÓVENES QUE PARTICIPARÁN

EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

EN CRACOVIA-2016

(Parroquia Santa María de la Amargura-Málaga, 7 julio 2016)

 

Lecturas: Os 11,1-4.8-9; Sal 79,2-3.15-16; Mt 10,7-15.

 

1.- Ternura del amor de Dios

Queridos jóvenes, todos sois jóvenes porque aquí no preguntamos la edad al entrar. Ser joven lo da el estilo de vida y el corazón tierno para amar. El profeta Oseas, un gran poeta que cantó el amor y lo vivió en persona nos ha hablado del amor tierno de Dios, de la ternura del amor de Dios.

Esta ternura del amor de Dios, la misericordia de Dios, va en una palabra que es el lema de la Jornada Mundial de la Juventud, dentro del Jubileo de la Misericordia: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia”.

Ya sabéis que la palabra misericordia en la Biblia la recogen dos palabras hebreas: el hesed, que manifiesta la alianza de amor eterno, Dios no se desdice nunca, nosotros sí. Y la otra palabra es “rajamim” (rahÍ™amîm), que significa entrañas. Ellos tienen un amor entrañable, tienen un amor tierno. Pues el que tenga eso, es joven.

Ese amor tierno de Dios por Israel se manifiesta en una imagen muy bonita, que es la de un padre que ama a su hijo: «Cuando Israel era joven lo amé y de Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1). Se entiende que era el Pueblo de Israel que estaba en Egipto y lo sacó. «Era yo quien había criado a Efraín, tomándolo en mis brazos; y no reconocieron que yo los cuidaba» (Os 11,3).

¿Imagináis esa escena de un padre o de una madre con su hijo pequeño que apenas puede caminar, se acerca a él, se agacha, lo levanta hasta sus mejillas, pone mejilla con mejilla y lo llena de besos? Pues eso es lo que hace Dios. Dios se agacha, se hace hombre en Jesucristo, se acerca a nosotros y nos levanta del suelo, de la miseria, del pecado, de nuestra poquedad y pobreza, para colmarnos de ternura. Por eso hemos de dar gracias al Señor.

Dios ama con un corazón tierno, Dios tiene entrañas de misericordia. Y lo ha expresado de modo especial y definitivo en su hijo Jesús, el rostro de la misericordia del Padre, como dice el papa Francisco en la Bula Misericordiae vultus.

Pero este pueblo tan amado tiernamente por Dios se alejaba de Él y adoraba falsos dioses, y el Señor se lamenta: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí: sacrificaban a los baales, ofrecían incienso a los ídolos» (Os 11,2).

Atención, porque nos puede pasar como al Pueblo de Israel: cuanto más nos ama Dios, cuidado de no alejarnos de Él, de no adorar a los ídolos que no nos aman y que no dan felicidad, ni vida, que no se agachan a cogernos y no tienen amor entrañable con nosotros. Los ídolos quieren esclavos. Los falsos dioses sólo quieren esclavos y quieren hacer de nosotros esclavos para

servirles. Dios no quiere esclavos. Dios quiere hijos a quienes ama y que le amen.

Pensemos si nuestro corazón corresponde a ese amor entrañable del Señor o si cuanto más nos ama más nos alejamos.

 

2.- Enviados a proclamar el Reino de los cielos

En el texto del Evangelio el Señor nos da un mandato: «Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos» (Mt 10,7). Y esa llegada del reino de los cielos tiene unas manifestaciones. Mateo es muy escueto y relata una serie de verbos que hacen presente ese reino: «curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis» (Mt 10,8).

¿Vosotros creéis que eso ocurre hoy? Hoy, ¿curáis enfermos, resucitáis muertos, limpiáis leprosos, arrojáis demonios? Levantad la mano los que lleváis a cabo estos cuatro verbos. (Nadie levanta la mano). Eso es que no os creéis la Palabra de Dios porque hoy también la Iglesia hace todo esto, y la Iglesia somos todos, desde el Papa hasta el último bautizado.

Los discípulos de Jesús curan enfermos. Algunas enfermedades físicas no se curan, pero reciben de Dios la gracia y la fuerza para saber llevarlas con elegancia y con gratitud. Eso es superar la enfermedad. Otras se curan.

Los muertos resucitan, ¿o es que cuándo enterráis a los familiares desaparecen del mapa, o siguen vivos? Siguen vivos.

El sacramento de la confesión limpia muchas lepras, también el bautismo, y la eucaristía, y la palabra de Dios.

¿Os convencéis que eso sigue en marcha hoy o no? Pues creedlo y si tenéis fe se hará más aún. El Señor os ha mandado a hacer eso.

Por tanto, cada uno que piense cómo está llevando a cabo ese mandato de «id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos» (Mt 10,7). Este reino no llegará, ha llegado, ya está. Y, ¿cómo se manifiesta? Pues así. Porque todos nosotros hemos sido limpiados de lepras, de pecados, de egoísmos, de enfermedades, de muertes cuando nos alejamos de Dios. Luego hay que pensar que sí que es cierto.

 

3.- Ligeros de equipaje

En ese “id y proclamad” el Señor les da un consejo a los discípulos: «No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento» (Mt 10,9-10). Hemos de ir ligeros de equipaje. Y para ir a la Jornada Mundial de la Juventud aun hemos de ir más ligeros de equipajes.

¿Qué significa ir ligeros de equipaje? Lo explica después el evangelista. Nosotros en el ofertorio ofreceremos, además del pan y el vino, unas flores, símbolo de los detalles y las alegrías que encontramos en el camino al

peregrinar; y también ofreceremos la mochila del peregrino, que llevaremos cargada de ilusión y esperanza.

 

4.- Portadores de paz

Esta mochila del peregrino la vamos a llenar de dos cosas importantes.

En el Evangelio cuando Jesús envía a sus discípulos les dice: «al entrar en una casa, saludadla con la paz; si la casa se lo merece, vuestra paz vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros» (Mt 10,12-13). Hemos de ser portadores de paz.

Por tanto, nuestra mochila hemos de llenarla de paz. Simbolizamos la paz con un gesto. Todos hacemos este gesto. (Gesto de la paz).

 

5. Testigos de la misericordia de Dios

El lema de la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia es: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Simbolizamos la misericordia marcando un corazón en nuestro corazón. Lo hacemos todos juntos. (Gesto de la misericordia).

De modo, que nuestra mochila también la llenaremos de misericordia. Que a nadie se le olvide llenar su mochila de paz y de misericordia. Se os puede olvidar una toalla, un jersey, pero no se os puede olvidar llenar la mochila de paz y de misericordia.

¿Estáis de acuerdo? (Responden los jóvenes: ¡Sí!). Pues vamos a pedírselo al Señor.

Estamos invitados a ser, en nuestro mundo, verdaderos misioneros y testigos de la misericordia de Dios, imitando a Jesucristo que es el rostro de la misericordia del Padre (cf. Misericordiae vultus, 1). Para ello es necesario primero experimentar y descubrir la misericordia del Señor en cada uno de nosotros.

Volvemos al principio: Dios nos ama con entrañas de misericordia. Ternura del cariño y del amor de Dios. Y a eso estamos invitados todos nosotros.

Que la Virgen Santísima, –aquí la titular es Nuestra Señora de la Amargura, nuestra Patrona es Santa María de la Victoria–, que Ella nos acompañe a todos los que haremos esta peregrinación con el Santo Padre Francisco en Cracovia. Que así sea.

Más artículos de: Homilías
Compartir artículo