Sin duda alguna, Dios ha puesto en mi camino muchos sacerdotes que han supuesto para mí un encuentro importante porque han significado una referencia, un acompañamiento… una mediación para crecer en mi fe y acercarme más a lo que Él me pide.

No obstante, al pensar en ello se me viene a la cabeza y al corazón… aquel sacerdote que un día tras celebrar la Eucaristía del domingo se acercó a mí, me saludó y me dijjo, casi al oído, “la alegría de la que habla Evangelio… está también presente en los momentos difíciles”. Efectivamente era un tiempo difícil y aquellas palabras dieron paso a conversaciones y a invitaciones a rezar para poner todo en las manos del Padre y confiar. Algo que se nos dice tanto y que tantas veces nos cuesta hacer realidad.

Hoy estoy convencido de que si aquel sacerdote fue importante para mí, para ayudarme en la fe, no fue solo por aquellas palabras, lo fue, sobre todo, porque él mismo hace presente en su vida eso que me decía. A pesar de las dificultades que van surgiendo, como a cualquier persona, el cariño, la ilusión, la confianza en Dios en definitiva, con la que afronta cada día una celebración, una reunión con catequistas, con los niños o jóvenes que se preparan para recibir un sacramento o las familias que acuden a buscarlo por tantos motivos, siguen recordándome que si buscas hacer la voluntad del Padre, su alegría siempre te acompaña