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Diario de una adicta (IX) PRIMERA CRISIS

Publicado: 29/04/2016: 3508

Testimonio real de una drogodependiente.

Esa noche, sin embargo, Esteban continuó bebiendo y lo tuve que ayudar para subir las escaleras y llegar a la habitación. A la mañana siguiente y tomando café, con un poco de aprensión, pero confiando en su cariño y su razón, le recordé lo ocurrido y el daño que me hizo al apretarme con tanta fuerza la mano, pero sobre todo la manera de mirarme. Aproveché la ocasión para reprocharle lo que había bebido y lo poco que me gustaba las escenas de las que fui protagonista. Lo cogería en mal momento porque desaforadamente me contestó que él hacía lo que le daba la gana, y ninguna niñata le iba a controlar su vida, así que yo podía hacer lo que me quisiera pero sin meterme en su vida. Intenté calmarlo pero lo que conseguí fue aumentar su enfado. Fue cuando yo también perdí los papeles y tuvimos nuestra primera bronca que terminó cuando, impulsivamente y, con rabia, le dije que estaba loco.

Cogí mis cosas y pedí un taxi que me llevó a la estación de autobuses para regresar a mi casa.
No pasó mucho tiempo en recibir la llamada de Esteban pidiéndome perdón y rogándome que no le dejara, que me necesitaba y que sin mí, él no era nada. A mí se me encogió el corazón porque también durante esos días, mi tristeza y desazón eran evidentes. No tuve dificultad en borrar de mi memoria lo ocurrido. El encuentro representó una experiencia llena de ternura y dulzura, que era lo que yo más deseaba. Hablamos mucho, con tranquilidad y quitándonos mutuamente culpabilidades. Me propuso vivir juntos, pues con su sueldo y lo que me daban mis padres haríamos el apaño, ya que lo importante era el amor que nos teníamos y que debíamos aprovechar. Estos razonamientos me colmaron de alegría y optimismo.

Mis padres, con los que las relaciones eran muy distantes, pusieron bastantes objeciones, pero ante mi actitud, insistencia y manera de presentar las cosas, cedieron, advirtiéndome que antes lo pensara algunos días. Mi madre sí que estuvo muy inquisitiva y las preguntas y los múltiples detalles que quería saber no tuvieron respuestas claras, y así optó por aceptar, ella lo intuía, lo que estaba ya decidido. Además, las cosas no estaban para muchas consideraciones. Tampoco me faltaba mucho para ser mayor de edad, y entonces no tendría ni que pedir permiso.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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