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Diario de una adicta (VII). EL AMIGO

Publicado: 15/04/2016: 3230

El doctor José Rosado, experto en drogodependencias, nos acerca cada semana un fragmento del diario de una de sus pacientes, víctima de la droga. El deseo de su autora es que su experiencia sirva de ayuda a otros jóvenes y familias que pasen por una situación similar.

La amistad con Marta se reforzaba, y a su casa me iba siempre que podía. Ya había conseguido pasar con ella algunos fines de semana. Era un territorio sin enemigos, pues podías tener la música a todo volumen, las piernas encima de los sillones, gritar, hablar de todo, invitar a los amigos y amigas, y beber o comer de lo que se nos antojara y hubiera en la nevera. El alejamiento de mis padres y hermano era evidente y se convirtió en hábito pasar las tardes en casa de mi amiga. Las excusas eran fáciles y rutinarias: estudiar, repasar juntas, comprobar apuntes etcétera. Sin darme cuenta la coloqué por encima de mi madre, en todos los sentidos.

Con esta dinámica el tiempo iba pasando y mi autonomía e independencia crecía en la medida también en que yo era consciente de mi próxima mayoría de edad. Fue, en este periodo,  después de una función de teatro y celebrando lo bien que había resultado, cuando ocurrió otro acontecimiento importante de mi vida y que llenó de luz mi existencia: me presentaron al amigo de una amiga, que era actor o así se definía, aunque se ganaba la vida vendiendo libros. Cuando nos dejaron solos, sin ningún esfuerzo y de manera espontánea, debatimos sobre la importancia y la influencia de la literatura y la historia en de nuestra forma de vivir, la riqueza del teatro y los clásicos para saber expresar nuestros sentimientos, y las enseñanzas derivadas. Me explicó, con detalles, los llamados psicodramas, que él trabajaba mucho, y sus propiedades terapéuticas para la mayoría de las enfermedades mentales. Total que el encuentro se convirtió en un diálogo ameno, ágil, reconfortante y muy agradable. El tiempo se nos fue volando.

La facilidad de palabra, lo mucho que sabía de teatro, el halo de experiencia que manifestaba, su edad, tenía diez años más que yo, su independencia y su libertad de vida me subyugaron. La admiración que experimenté, me hizo identificarme con su persona. Mis pensamientos se polarizaron entre él y el arte dramático, pero de una manera progresiva esto último iba menguando y la figura de Esteban, así se llamaba, ocupaba una parte grande de mi interior, hasta que se convirtió en algo mío que me acompañaba y me hacia soñar casi todo el día.

José Rosado Ruiz

Médico acreditado en adicciones

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