NoticiaEntrevistas «La fe es la que nos descubre las injusticias de este mundo» Entrega de la Medalla Pro Ecclesia Malacitana a Francisco Lairet Aguilar, en Benaoján Publicado: 16/09/2021: 11313 Medalla Pro Ecclesia Malacitana Francisco Lairet Aguilar Ramírez (Benaoján, 1934) recibió de manos del arcipreste, José Luis Pastor, en nombre del Sr. Obispo, D. Jesús Catalá, y del párroco José Villasclaras, la Medalla Pro Ecclesia Malacitana el pasado 5 de septiembre, «por su gran generosidad y por su entrega dedicada a la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Benaoján». ¿Qué sintió cuando recibió la Medalla? Mucho agradecimiento, a nadie le disgusta un reconocimiento, aunque uno no se crea merecedor. Estamos para hacer cosas buenas por los demás, no para estar arrinconados sin querer saber nada de nada, sino para salir y defender todo lo bueno. No podemos ver cosas que están mal y seguir adelante pensando que ya vendrá otro que las arregle, hay que ser un buen ciudadano y un buen cristiano y hacer cosas por las demás. Recibir una felicitación siempre te llena, te hace más persona. ¿Desde cuándo es parte de la parroquia de Benaoján? Desde que me parió mi madre (se ríe), vamos… desde siempre. Recuerdo la ilusión con la que nos acercábamos a la parroquia de niños, y compartíamos con otros compañeros nuestras inquietudes. Después te vas haciendo mayor y también va madurando tu fe. Yo siempre digo que, la que me ha hecho recapacitar y ver las injusticias es la fe. Hay gente que dice que no tienen fe pero yo les digo que eso no puede ser, que en el fondo creen y eso es lo que los empuja en la vida. Hay que ser, sobre todo, responsables de todo lo que hacemos, meditarlo y ver si lo que vamos a hacer es el bien o el mal porque el mal a lo que te lleva es a un dolor de corazón muy grande. Yo creo que no hay nadie que no tenga un poco de fe. ¿Por qué es importante la parroquia para usted? Porque es en la parroquia donde nos formábamos para trabajar por los demás y ayudar en todo lo que podíamos. La fe mueve montañas y es lo principal de todo. Entonces, usted ha compartido mucha vida en la parroquia, ¿no es así? Muchísima. Hemos hecho muchas cosas, desde inventar formas de conseguir ingresos para restaurar el templo y trabajar codo a codo con los albañiles, hasta compartir la vida. Éramos un grupo que sentíamos de verdad la fe, que mueve montañas y te hace feliz. Y, ¡qué te puedo decir de las romerías, las fiestas del Niño del Huerto, las campanas de la iglesia…! Disfrutábamos organizando las actividades y viendo a la gente disfrutar. Todo se hacía por la parroquia. En la parroquia trabajaban mucho y compartían la fe, ¿verdad? Los encuentros en la parroquia eran inolvidables. Nos ayudábamos unos a otros a descubrir cada vez más al Señor. La fe se robustecía hablando y haciendo cosas, complicándote la vida. Recuerdo que, eran tantas las noches que pasábamos sin dormir que alguna vez se nos quedó alguno dormido en la parroquia (ríe). Recuerdo con especial cariño los grupos de adoración nocturna porque al Señor no le faltaba la compañía de los jóvenes en toda la noche. Han sido muchas cosas las que me han hecho feliz, además de profundizar y descubrir cada vez más la fe. Porque la fe es verdad que mueve montañas, es lo más grande que hay. El mal es horroroso y el bien mueve montañas, y lo mejor es dormirse sabiendo que has hecho el bien. Yo, todas las noches, antes de dormir, rezo el Padre nuestro tres veces y, cuando me levanto, le doy gracias al Señor por todo, porque mi vida ha sido para dar gracias. ¡Fíjate! Hasta cuando hice el servicio militar teníamos un grupo de vida que rezábamos el rosario y nos reuníamos con el Sargento. Ser creyente es lo más grande que hay y nuestro propósito tiene que ser llevar a la vida el Evangelio, la Palabra de Dios.