NoticiaSemana Santa Paloma Saborido: «El Domingo de Ramos es el día que más cerca siento a Dios» Paloma Saborido Sánchez en el acto del Centenario de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga Publicado: 23/03/2021: 11979 Paloma Saborido Sánchez (Málaga, 1973) es pollinica desde que nació, y desde los tres años acompaña a la Virgen del Amparo como nazarena. Es profesora titular de Derecho Civil de la UMA, y ha pasado también por la Universidad Autónoma de Madrid, Frankfurt y Berlín. Fue pregonera de la Semana Santa de Málaga en 2019, el último año que hubo procesiones en la calle antes de la pandemia. ¿Cómo recuerda la Semana Santa de 2019, que pregonó y que ha resultado ser la última que hemos vivido hasta ahora con procesiones en la calle? La recuerdo muy intensamente, no solo por el pregón sino por todas las sensaciones y emociones vividas desde el momento en que le dijeron, sobre todo al prepararlo de una forma muy especial, al declamarlo y posteriormente. El hecho de pregonar tu Semana Santa, que es un privilegio que tienen solo unos pocos, conlleva además vivir una serie de sensaciones muy difíciles de describir, porque recibes el cariño de muchísima gente, personas que no conoces pero que te van entregando una foto de la imagen que venerar, un rosario, y vas recibiendo el amor de muchas personas y te das cuenta de lo importante que es la Semana Santa como manifestación de religiosidad popular para Málaga y los malagueños. Sobre todo lo recuerdo de forma muy familiar, porque no solo lo viví yo, sino vivido desde mi marido, mis hijos, mis padres, mis hermanas, porque todos encauzamos nuestra fe a través de la Semana Santa. ¿Qué siente una cristiana como tú un Domingo de Ramos? El sentimiento es máximo y pleno. El Domingo de Ramos es el día en que me encuentro más próxima a Dios. Siempre lo empezamos escuchando una marcha en familia y todos los que salimos en procesión, antes de ponernos la túnica, rezamos un Padrenuestro, un Avemaría y damos un beso al rosario que cada uno lleva. Entonces ya nos vestimos y salimos en procesión. Y ese momento es únicamente mío: espiritual, emocional, en el que creo sinceramente que estoy más cercana a Dios. Así me lo enseñaron mis padres y así lo enseño yo a mis hijos. Salir en procesión es el mayor acto de fe que nosotros realizamos a lo largo de todo el año, y así lo vivimos. Es una sensación de tanta felicidad, de tanta alegría, que creo que todo cofrade entiende. Utilizamos el vehículo de las cofradías para vivir nuestra fe. ¿Y en ausencia de procesiones? Estos dos años en los que no tenemos procesiones nos han hecho más fuerte, mucho más fuertes. No consuela en absoluto el hecho de que sigue existiendo la Semana Santa, porque el cofrade vive su fe de forma más intensa por medio de la manifestación de fe pública. El que no exista eso nos deja algo huérfanos, aunque sabemos el horror por el que atravesamos. Esto nos está uniendo más, y nos ayuda a ver que la túnica que vestimos en la procesión debemos cambiarla por la del auxilio, y así lo hemos hecho. Estamos dando ejemplo de que, cuando más se necesita, estamos en primera línea. Va a ser muy difícil, pero seguimos ahí, y este es el camino que nos ha tocado andar como cofrades. Esta es nuestra historia, y es nuestra tarea transformar este silencio que reina en las calles, sin procesiones, por una lección de esperanza. Y mañana volveremos a dar ese testimonio de fe público como cofrades y como parte de la Iglesia. ¿Con qué ilusión encara esta Semana Santa? Esta Semana Santa que nos viene es totalmente diferente a la del año pasado, que nos pilló completamente de sorpresa. Por un lado estábamos horrorizados con lo que estaba pasando y, por otro, teníamos la incertidumbre de cuál iba a ser nuestro futuro. Hoy, que sabemos que tenemos el presente y el futuro, esa luz a la que nos dirigimos, la situación es muy distinta. Hemos podido preverla con tiempo, saber que estamos tomando la mejor decisión suspendiendo las procesiones, y viviéndolo desde otro punto de vista sabiendo que tenemos que llevar el mensaje de Cristo en su pasión, muerte y resurrección, de otra forma, a los hermanos de la cofradía y a todas aquellas personas que quieren acercarse. Evidentemente, es una Semana Santa distinta, pero que nos da la posibilidad de descubrirla, y creo que tendrá momentos que nos demuestren que, dentro de la adversidad, siempre hay esperanza. ¿Qué invitas a hacer a los lectores para no dejar pasar este tiempo? Sin duda, invito a rezar. Me gusta hacerlo ante las imágenes sagradas, ante la figura de Cristo y su madre, la Virgen, y yo invito a hacerlo, a rezar de la forma que cada uno quiera. Para mí es imprescindible, cuando estoy ante una imagen que me acerca a Dios, rezar el Padrenuestro y el Avemaría, me encanta rezar el Rosario (porque me serena, me calma, me concentra en la plegaria y la acción de gracias). Un ratito al día de oración es mi consejo. Y guardando todas las medidas de seguridad, como es lógico, visitar a las imágenes titulares de las hermandades, para no olvidar que las cofradías están aquí, y que están para ayudar. Y que las imágenes que veneramos son en el fondo vehículo de oración por aquellos que están y por los que se fueron, vehículo para llegar a Dios. Y aunque no haya procesiones, los cofrades debemos facilitar ese encuentro. ¿Qué ha demostrado la religiosidad popular en este tiempo? Que es una manera de evangelizar. Como ha dicho el papa Francisco, o Mons. Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Evangelización, las cofradías son un vehículo de evangelización, la religiosidad popular proviene de la propia comunidad, de la necesidad de acercarse a Dios, sin distinción de clases sociales, ni educación ni género, como hizo Cristo. Y es una manifestación de ese mensaje, y ha demostrado que, pese a los cambios sociales, económicos o políticos, la religiosidad popular sigue avanzando, porque es una exigencia del propio individuo de acercarse a Dios por encima de los obstáculos que impongan los cambios sociales inherentes en el tiempo. Es fundamental en el desarrollo de la persona y son un movimiento de manifestación clara de la religiosidad popular, porque no existe otro movimiento que aglutine a tantas personas y que tenga el único objetivo de trasladar el mensaje de Cristo a las personas que quieran acercarse a Él.