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Plenitud tras los muros

Publicado: 30/05/2012: 3756

¿Cómo viven las monjas de clausura? ¿Qué hacen durante el día? ¿Cómo viven su fe? ¿Siguen la actualidad informativa? A todas estas preguntas «Diócesis Málaga» ha querido darle respuesta compartiendo parte de una jornada con ellas intramuros con motivo de la Jornada Pro Orantibus.

Monasterio de San José de Málaga de las Carmelitas Descalzas, calle Don Rodrigo, 8. Un día entre semana a las nueve y media de la mañana. El silencio se rompe con el sonido de tres veces tres toques de campana: es la señal de que alguien entra. Cámara de fotos y grabadora en mano accedemos al convento. La docena de monjas de esta comunidad va apareciendo en el claustro, cual goteo, hasta que se reúnen todas. Sorprenden sus rostros serenos y relajados. Se muestran dispuestas a contestar a todas las incógnitas que sobre ellas pueda haber extramuros… ¿Os sentís encerradas? La respuesta es un rotundo no en su totalidad.

Cuentan que son gente, con hábito pero gente, «somos personas normales», aseguran, y por lo tanto algunas de ellas recuerdan que de no haber sido religiosas habrían ejercido profesiones pensando en los más necesitados. «Estudiaba medicina para atender a los que más les hacía falta, pero el Señor se metió por medio y me llamó», dice la priora, la hermana Belén.

La hermana Teresa también hizo sus pinitos como ATS, pero le pasó lo mismo que a Belén, mientras que la hermana María Nieves había pensado en casarse cuando a los 16 años cayó en sus manos La historia de un alma, «de Santa Teresita, y yo que ni siquiera iba a misa», apostilla. Pero sin duda las historias más curiosas son las protagonizadas por las hermanas María y Edith. María entró en el convento con 54 años. Por entonces se dedicaba a cuidar de su madre y a negocios familiares. Fumaba al día cuatro paquetes de tabaco. «Entré tan tarde porque soy lenta (ríe). Pero el Señor se adapta a cada persona. Él lo arregló todo, convirtió mi vida en una autopista para que pudiera entrar aquí».

Y cual milagro consiguió lo que nunca pensó que podría hacer, dejó de fumar… ¿Cómo lo hizo? «Mi sorpresa es que no necesité como sustitutivo ni un caramelo. Está claro que no fui yo…», asegura. A Edith, la más joven del convento y la única extranjera, de El Salvador, la llamada le llegó a través de las nuevas tecnologías, «me dieron la dirección de internet de esta comunidad, vi que estaban en Málaga y me vine».

Responden a nuestra curiosidad atentas, dispuestas, afables. Una curiosidad que «es la misma que nos hace llegar mucha gente a través del torno», añade la priora. Se han acicalado para la ocasión. Dicen que les gusta la moda, «sabemos distinguir perfectamente una persona que va elegante de la que no. Estamos contentas con llevar escapulario, lo podemos proponer como nueva tendencia», a lo que agregan que «el hábito da mucha libertad física y espiritual. El hábito no da calor ni frío». No pisan la peluquería, pero no les hace falta porque «aquí somos todas peluqueras. Nos arreglamos unas a otras» apuntan.

ESTÁN AL DÍA

Todas coinciden en la necesidad de estar informadas de lo que ocurre en el mundo. Por eso tienen internet, leen la prensa a diario, escuchan la radio y, en ocasiones muy destacadas ven la televisión, «como el último mundial de fútbol que lo vimos por la tele. Lo que no sabe Del Bosque es que España ganó gracias a San José y no a él, porque así se lo pedimos». Si tuvieran que elegir un destino para viajar dicen que se desplazarían a Roma, Tierra Santa, La India, «aunque las Islas del Pacífico tienen que ser muy bonitas», irrumpe una de ellas.

De poder tener la oportunidad de tomarse un café con alguien famoso se decantan por el Papa, Plácido Domingo, Monserrat Caballé y Diana Navarro, «aunque yo tengo muchas ganas de conocer al escritor y periodista Jiménez Lozano», advierte la priora. Su humildad y grandeza la demuestran al resaltar que no dejarían de hacerlo con nadie «iríamos con cualquier persona a tomar un café. Todo el mundo tiene algo que aportar y todo el mundo tiene la capacidad de cambiar», afirman.

DEJAS ATRÁS

Todas dejaron algo atrás cuando decidieron dedicarse a la vida contemplativa. Coinciden en que lo que más les costó fue renunciar a sus familiares porque como explica la priora «es lo más duro. Sobre todo por lo que le hace sufrir a ellos. Mi padre me dijo que yo tenía vocación de monja, pero que él no tenía vocación para ser padre de una monja».

También han renunciado a ser madres. En este sentido, la hermana Teresa cuenta que se lo planteó en su juventud «pero ese pensamiento no enraizó en mí con tanta fuerza como la llamada de Dios a la vida contemplativa», a lo que la priora añade que «la dimensión de maternidad es muy femenina y la maternidad no es sólo parir hijos sino también cuidarlos y esa dimensión no dejamos de vivirla en la entrega a la comunidad, a Dios». Su familia está también ahí dentro, en la convivencia con el resto de hermanas «y es una convivencia como la de cualquier casa. No es una balsa de aceite, hay de todo, pero lo fundamental es que a todas nos une una cosa que es estar enamoradas de Jesús», cuentan.

¿QUÉ MÁS SE PUEDE PEDIR?

Tienen la suerte de no desear nada que esté fuera de los muros de su convento. Un lugar tranquilo, alejado de las prisas y del temido estrés, donde adquieren «una dimensión en profundidad. Aquí tenemos la posibilidad de descubrir que lo que da sentido a la vida es realizarte desde Dios», a lo que añaden que «aquí se adquiere la capacidad para relativizar. Te das cuenta que con muy pocas cosas estás contenta y se aprende a disfrutar de verdad de las pequeñas cosas».

Se ganan la vida fabricando formas, restaurando imágenes y confeccionando escapularios y rosarios. Es más, son en parte responsables de la recogida de datos climatológicos, ya que colaboran con Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) dándoles cada mes los datos de un pluviómetro y termómetro que tienen ubicados en el huerto. Todas saben hacer de todo, porque van rotando en las labores a realizar y todas conocen la plenitud, ¿qué más se puede pedir?
 

Autor: Inmaculada Prieto

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