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Nuestros hermanos desconocidos

Publicado: 27/10/2010: 1034

El día 24 se clausuró en Roma el Sínodo de Obispos de Oriente Medio, que fue la cuna de la fe cristiana y donde un pequeño resto vive su fe en medio de la sociedad y cultura musulmanas. Hemos escuchado nombres antiguos y venerables, como maronitas, caldeos, coptos, armenios… Nombres que hablan del pluralismo y de la riqueza cultural de la Iglesia. Viven en Irak, Irán, Siria, Líbano, Egipto, Turquía, Palestina…

Entre las cuestiones tratadas, deseo resaltar la de permanecer en estos lugares, sin dejarse arrastrar por la tentación de emigrar; y la de mantener sin ningún complejo su fe, en un ambiente cada día más hostil. El fundamentalismo islámico ha convertido su vida en una aventura diaria, y son miles los que se han visto obligados a emigrar durante los últimos años, porque en la mayoría de estos países no existe libertad religiosa y los católicos son mirados con recelo, como si fueran la “quinta columna” del imperialismo. Llevar una Biblia debajo del brazo por la calle, reunirse para un encuentro de oración, hablar en público del Evangelio y actividades similares pueden suponer la cárcel. En la mayoría de estas naciones, no se permite abrir un templo católico. Y muchos cristianos han sido asesinados. 

Son nuestros hermanos desconocidos y es poco lo que podemos hacer por ellos, aparte de conocer su situación, ser su voz y rezar por ellos. Por eso es necesario informarse sobre lo que se ha dicho en este encuentro y responder generosamente a sus peticiones. Una manera de ayudar son las peregrinaciones, como recomiendan los franciscanos de Tierra Santa. Para quienes peregrinamos, supone sumergirnos en el “quinto evangelio”; y para los católicos de allí, ver que no los olvidamos y obtener recursos con la venta de objetos religiosos.  

Artículo "Desde las azoteas" de Juan Antonio Paredes

Autor: Revista Diócesis

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