¿Cómo es su verano?
Pues largo y corto. Largo porque en julio tengo mucho trabajo y corto porque en agosto me voy de vacaciones.

¿Qué tiene de especial el verano de un sacerdote?
Sobre todo, que atiendes a mucha gente que viene de veraneo: confesiones, Eucaristías, atención de enfermos, etc. Y, luego -no es una tontería- que vistiendo de negro pasas más calor, ¡pero algo hay que ofrecer!

¿Qué ventajas e inconvenientes crees que tiene este tiempo para cuidarnos interiormente?
Ventajas: que ejercitas más tu libertad para hacer el bien y eso te hace madurar. Inconvenientes: que, al no tener una rutina, la pereza te puede engullir del todo.

¿Cómo cuida particularmente su relación con Dios en este tiempo?
Teniendo el tiempo ocupado y viviendo mi plan de vida, es decir, lo que tengo que rezar cada día.

¿Encuentra en el Opus Dei ayuda para ello, herramientas, instrumentos…?
Sí, claro. El Opus Dei me da la formación doctrinal que me ayuda a buscar a Dios en todo lo que hago, y eso me sirve para cualquier época del año: primavera, verano, otoño, invierno.

¿Qué consejos daría para vivir el verano cristianamente a un lector/a?
Daría tres. El primero te va a sorprender un poco: hacerse bien la cama. Es la primera batalla del día. Si la vences vas con un plus de fuerza para hacer bien la siguiente cosa que te tengas que hacer. El segundo: aprovechar el tiempo, y para eso tener un horario, aunque sea mental. Y el tercer consejo hacerse un plan de vida, un orden en tu trato con Dios. Por ejemplo: rezar al levantarse un Avemaría, al medio día el Ángelus, por la tarde cinco o diez minutos de hablar con el Señor y antes de acostarse tres Avemarías… y, lo más importante, ir a misa el domingo.