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Rehabilitación de la iglesia de la Victoria (Archidona)

Interior del templo de la Victoria, en Archidona, tras la restauración
Publicado: 30/10/2016: 16810

Homilía pronunciada por D. Jesús Catalá, Obispo de Málaga, en la Misa de acción de gracias por la rehabilitación de la iglesia de la Victoria, en Archidona, el 30 de octubre de 2016.

REHABILITACIÓN
DE LA IGLESIA DE LA VICTORIA
(Archidona, 30 octubre 2016)

Lecturas: Sb 11, 22 – 12, 2; Sal 144; Hch 2, 42-47; Lc 19, 1-10.
(Domingo Ordinario XXXI-C)

1.- Rehabilitación del templo de Nuestra Señora de la Victoria

Hoy damos gracias a Dios por la rehabilitación de este hermoso templo, cuya historia conocéis. En 1555 el conde de Ureña, posteriormente Duque de Osuna, Señor de la Villa de Archidona, donó la ermita de Santa Catalina a la Orden de los Mínimos para fundar un convento en Archidona, siendo provincial el fray Francisco Alonso del Águila.

El 24 de junio de 1556 se trasladó solemnemente el Santísimo Sacramento a dicha ermita, dedicándola desde ese día a Nuestra Señora de la Victoria. Estuvieron presentes los feligreses de la parroquia, los mínimos de Málaga y los dominicos, que se hallaban con anterioridad en Archidona.

En 1578 comenzaron obras de remodelación en dicho templo. Y en 1628 se amplió el mismo casi en el triple más de su capacidad con la compra de unas casas adyacentes.

En 1769 se realizó la última remodelación significativa (yeserías, camarines y otros cambios). Siendo prior fray Francisco Almohalla, natural de esta villa, se acometió una obra de remodelación de la iglesia. Consistió en la realización de un nuevo altar mayor, el adorno con yeserías de la peana de los balcones de la nave, la portada y la espadaña.

Como se puede observar, ha habido muchas reformas en este templo a lo largo de la historia; y la última, en los inicios del siglo XXI, nos ha tocado realizarla a nuestra generación.

2.- Obra de colaboración conjunta entre todos

La rehabilitación de este templo ha sido una obra de colaboración conjunta entre todos. Deseo agradecer la aportación del Ayuntamiento de Archidona y la colaboración de la comunidad parroquial, con mención a la Agrupación de Cofradías y a las tres cofradías que tenéis en este templo vuestra sede cultual: Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén y Nuestra Señora de la Victoria (la Pollinica), Jesús Orando en el Huerto, Jesús Preso y María Santísima del Amparo (la Cofradía del Huerto), cuya existencia en este templo data desde sus orígenes, y la Archicofradía del Dulce Nombre de Jesús, Santísimo Cristo de la Misericordia y María Santísima de la Paz (Dulce Nombre).

Hay que añadir la colaboración de muchos fieles de otras parroquias de la Diócesis, porque lo que aporta el Obispado del fondo común diocesano proviene de ellas. El Obispado no tiene recursos propios, sino que coordina las aportaciones de los fieles. Esto es muy importante, porque de este modo se expresa la comunión eclesial.

3.- Al estilo de los primeros cristianos

Hemos escuchado en el libro de los Hechos que los coetáneos de los primeros cristianos estaban impresionados por los prodigios y signos que hacían los apóstoles (cf. Hch 2,43) y por la manera de vivir la comunidad: «Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común. Vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno» (Hch 2,44-45).

La caridad fraterna es un distintivo de los discípulos de Jesús. La Iglesia ha sido desde sus inicios una madre providente para con los necesitados.

Hemos de seguir viviendo al estilo de los primeros cristianos: «Perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones» (Hch 2,42). Lo que sostiene la acción misionera y social de los creyentes es la participación en la Eucaristía, la oración y la enseñanza del magisterio.

Vamos a dedicar o consagrar el altar, donde celebraremos la Eucaristía, centro de la vida cristiana (cf. Concilio Vaticano II, Christus Dominus, 30). Junto a la víctima pascual, Cristo, nos ofrecemos con él a Dios-Padre. Lo hacemos como hermanos de Cristo y miembros de su Iglesia.

No se entiende lo que algunos, que se denominan cristianos, dicen: “Creo en Cristo, pero no creo en la Iglesia”. Quien diga eso ni cree en Cristo, ni cree en la Iglesia, porque Cristo es la cabeza de la Iglesia y no se puede separar la cabeza del cuerpo. La fe consiste en la aceptación y el encuentro con las tres Personas de la Santísima Trinidad; y ello implica muchas cosas.

Ahora que ya está restaurada esta iglesia, os animo a seguir viviendo al estilo cristiano, que, por cierto, es muy distinto del estilo pagano de nuestra sociedad. No se puede vivir al estilo pagano, que no tiene nada que ver con la fe cristiana. Ciertamente se nos pegan, como el polvo a los pies, costumbres y modos de vivir. Hemos de estar siempre limpiando y reparando como se ha hecho con este templo. La comunidad cristiana debe estar siempre renovándose y revitalizándose.

4. La providencia amorosa de Dios sobre sus criaturas

Si nosotros cuidamos del patrimonio que nos legaron nuestros antecesores, cómo no va a cuidar el Padre del cielo de cada uno de nosotros, que nos ha creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,27).

Como hemos escuchado en el libro de la Sabiduría: «El mundo entero es ante ti como un grano en la balanza, como gota de rocío mañanero sobre la tierra» (Sb 11,22). Aunque seamos criaturas pequeñas y necesitadas, Dios se compadece de nosotros (cf. Sb 11,23) y nos ama (cf. Sb 11,24).

Dios es amigo de la vida (cf. Sb 11,26), de lo bello, de lo verdadero, de lo libre. La providencia divina nos ha creado, llamándonos a la existencia (cf. Sb 11,25) y manteniéndonos providencialmente. A ejemplo suyo hemos renovado y hermoseado este templo. También debemos cuidar de nosotros mismos y de los demás, respetando siempre la vida humana y ayudando a los más necesitados.

5.- La historia de Zaqueo

El Evangelio de hoy nos narra el encuentro de Jesús con Zaqueo. Jesús entró en Jericó e iba atravesando la ciudad (cf. Lc 19,1). Y un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús (cf. Lc 19,2-3) y para ello se subió a un sicomoro (cf. Lc 19,4).

Jesús puso su mirada en él y le pidió que lo recibiera en su casa (cf. Lc 19,5). El encuentro con Jesús fue su salvación, cambiando radicalmente su vida (cf. Lc 19,8). Cuando Zaqueo prometió devolver el cuádruple de lo que había robado, Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,9-10).

Nuestro encuentro con Jesús en la Eucaristía es necesario; también en la lectura de la Sagrada Biblia, en los sacramentos, en la oración, en las personas necesitadas. Estos encuentros pueden cambiar nuestra vida. Como dijo el papa Benedicto: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1).

El encuentro con Cristo cambiará nuestra vida. Puesto que hemos limpiado y renovado este templo, debemos también renovar nuestra alma a la luz del encuentro con el Señor, rostro de la misericordia del Padre. Dando gracias a Dios, porque nos ha permitido rehabilitar este hermoso templo, le pedimos que nos ayude a encontrarnos con Él, para llevar una nueva vida.

Pedimos la intercesión maternal de María Santísima, Nuestra Señora de la Victoria. ¡Que Ella nos acompañe en cada encuentro con Cristo y con los hermanos y nos ayude a hermosear nuestra vida con la luz de la fe y del Evangelio! Amén.

 

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