Un argumento muy interesante el de su libro, ¿cuál es su origen?

Brevemente, la historia del libro comienza hace 7 años, cuando publiqué mi tesis doctoral sobre el clero en la Segunda República Española. En ese contexto, apareció la figura de san Josemaría Escrivá de Balaguer y pedí que me dejaran ver sus archivos en Roma, en la sede de la Prelatura del Opus Dei. El comienzo de la Obra coincide con la Segunda República, una época muy intensa y apasionada, y también muy compleja para la Iglesia. Y esos comienzos son los que se reflejan en el libro que presenté en Málaga.

¿Por qué lo presentó en Málaga?

Por dos motivos muy concretos. En primer lugar, porque uno de los primeros miembros de la Obra, el primero que murió en el Opus Dei, se llamaba Isidoro Zorzano y vivió gran parte de su vida en Málaga. La presentación en Málaga es un homenaje a aquel primer miembro de la Obra. Y, en segundo lugar, porque las Asociaciones de Padres de los colegios El Romeral y Sierra Blanca me invitaron muy amablemente.

¿Se ha llevado alguna sorpresa al estudiar los archivos de esa época de la historia?

La sorpresa más bonita ha sido descubrir la figura de san Josemaría, que fue un sacerdote con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo. Un hombre muy cercano de quien dicen quienes primero lo conocieron que era un  hombre que atraía, sonriente y simpático: un hombre que, con gran sencillez, te acercaba a Dios. Se hace una figura entrañable, eso es lo que realmente me ha impresionado más. Por otra parte, me ha gustado conocer los comienzos del Opus Dei y su mensaje de la santidad en medio del mundo, en relación con los estudiantes de la DYA (Derecho y Arquitectura, una residencia de estudiantes universitarios, que tuvo aneja una academia de repaso de asignaturas. Se abrió en Madrid, bajo la iniciativa de Josemaría Escrivá, en noviembre de 1933. Con el estallido de la Guerra Civil tuvo que interrumpir bruscamente sus actividades en junio de 1936). San Josemaría les decía que su profesión era el estudio, pero también cuidaban el trato con Dios y la apertura a los demás. Los fines de semana, sobre todo los domingos, daban catequesis a los niños de las afueras de Madrid, de las periferias. San Josemaría les impulsaba a la solidaridad, a tener sensibilidad social.