NoticiaColaboración JESÚS HURTADO. La Trinidad juega siempre en casa Jesús David Hurtado durante la grabación de "El Vídeo del Seminario" // E. LLAMAS Publicado: 06/06/2020: 21843 Jesús David Hurtado Giráldez Jesús David Hurtado Giráldez es sacerdote de la diócesis de Málaga y se encuentra en Roma ampliando sus estudios teológicos. La Santísima Trinidad es protagonista de la tesis doctoral que está elaborando. Si Pentecostés nos habla del nacimiento de la Iglesia a partir del impulso evangelizador del Espíritu Santo, la fiesta de la Santísima Trinidad nos habla del origen misterioso de esta Iglesia naciente y de su finalidad en este mundo. «La Iglesia existe para evangelizar» (Evangelii nuntiandi, 14). Y esta Iglesia, puesta en medio de este mundo para evangelizar, tiene su origen en el misterio de la Santísima Trinidad. El Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium (LG), después de exponer la naturaleza sacramental de la Iglesia (Cfr. LG 1), se dispone a ahondar en el origen de esta afirmación. En su designio salvífico, Dios Padre ha decidido convocar a los creyentes para formar la Iglesia (Cfr. LG 2). Esta Iglesia es «el reino de Cristo presente ya en misterio» (LG 3), que continúa realizando su obra de redención cada vez que celebra la Eucaristía; y que a su vez es santificada continuamente por el Espíritu Santo, que habita en ella (Cfr. LG 4). La Iglesia, como vemos, tiene origen trinitario. En estos días escuchamos cómo se retoman algunas competiciones deportivas después de este tiempo de pandemia. Sabemos que cuando juegan dos equipos, el que juega en casa tiene, en principio, más ventaja que el que juega en campo rival. A partir de este ejemplo deportivo, yo diría que la Trinidad «juega siempre en casa». ¿En casa?, os preguntaréis. Sí, en casa. La Santísima Trinidad hace hogar de cada realidad que toca. No sólo de la Iglesia, sino también de cada uno de nosotros, los creyentes. El mismo Jesús nos lo asegura: «El que me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23). Y San Pablo nos lo vuelve a recordar: «¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?» (1Cor 3,16). Por eso, quien cuenta con la Trinidad en su vida, siempre gana. Y no se trata de ganar sólo un partido en esta vida, de vencer una enfermedad, de encontrar un trabajo, o terminar una carrera universitaria. Se trata de ganar la vida con mayúsculas, la vida en plenitud. Nosotros, al igual que la Santísima Trinidad, estamos llamados a hacer hogar de cada lugar, de cada circunstancia, de cada persona que nos encontremos, de nosotros mismos. Hogar en y desde la Trinidad. En familia, la familia, la gran familia de los hijos de Dios.