Entonces resuena en tu interior: “No tengas miedo”. Ahora sabes dónde beber y hallar descanso, así que buscas ese rincón, donde la palabra se hace silencio y el silencio se hace Presencia.  Te sientas en la penumbra, en silencio y sueltas todo; que nada te impida estar presente en la Presencia.

Te sujeta al presente poner tu atención en la postura, la respiración, las manos y la palabra. Dulcemente la palabra se densifica, se hace Presencia emergiendo de lo profundo, y como una poderosa ola de amor envuelve tu corazón. Presencia y corazón fundidos, ascienden en pura danza, hasta que, rompiendo con fuerza y alegría, se desbordan y derraman sembrando la vida a su paso; salpicando todo con la espuma del amor, limpia y brillante.

Y una y otra vez, te dejas abrazar por la Presencia sabiendo que, en ti, la humanidad entera es abrazada: porque eres miedo y esperanza; eres risas y dolor; eres penas y alegrías; eres fuerza y cobardía; eres guerra y también paz, eres rabia y comprensión, odio y amor a la vez.

Y cuando accedes a fundirte, te desborda, vivifica y enamora. Y sabrás, que no eres tú. Eres en ese instante, transformado en el abrazo donde nada queda fuera, donde todo cabe y se unifica; donde la creación palpita; donde nace, crece y vive la humanidad entera. Eres sombra, y eres luz, pura vida derramada, que no es tuya, y eres tú.