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Mons. Francisco Pérez: «A la Virgen hay que contemplarla como a una madre»

FOTO: Iglesia en Navarra
Publicado: 31/07/2024: 97

Predicador

Mons. Francisco Pérez, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela que reside en Málaga desde febrero, predicará la novena a Santa María de la Victoria en la Catedral a partir del 30 de agosto y hasta el 7 de septiembre, a las 19.30 horas en la Catedral de Málaga. Con este motivo, conversamos con él sobre su devoción a la Virgen y su vida en Málaga.

«Si a alguien hemos de imitar en el seguimiento a Jesús es a la Virgen. Ella porque es Madre de la fe, es la que nos enseña a vivir la fe; en definitiva, nos custodia la fe»

¿Cómo ha recibido esta encomienda de predicar a la patrona de Málaga, la Virgen de la Victoria?

Bien. Estoy aprovechando esta etapa para dar ejercicios espirituales a sacerdotes, a religiosas, a religiosos… Como tengo tiempo, aprovecho también para servir de esta manera a la Iglesia y, en este caso, ponerme a disposición del obispo de Málaga, D. Jesús.

¿Es usted muy mariano, don Francisco?

Lo aprendí de mi madre. Ella nos inculcó el amor a la Virgen. Todos los veranos hacíamos una pequeña peregrinación, que ella hacía descalza, y nosotros rezando el Rosario con ella, hasta la Virgen de Villuela, la de mi pueblo. Las madres tienen un arte especial, como lo tuvo María con Jesús.

Imagino que no es la primera patrona a la que predica ¿verdad?

Llevo 51 años de sacerdote y 28 de obispo, así que sí. Así es. Me ordenó el papa san Juan Pablo II en la Basílica de San Pedro; un momento muy importante en mi vida. Hablando con él en una ocasión, vi que él también tenía esta gran devoción, y que también se lo inculcó su madre. Tenía una gran devoción a la Virgen y se puso como lema episcopal “Totus tuus” (todo tuyo, María).

También habrá sentido, en momentos concretos, esa ayuda maternal de la Virgen.

Sí, en muchos momentos, sobre todo en los duros y difíciles, que siempre los hay en la vida. Me decía el papa san Juan Pablo II: «No olvide: el futuro va a ser muy duro, porque está imperando el relativismo. Cuando le venga la cruz, abrácela, pero no vacía, sino llena de Cristo». En el País Vasco y también en Navarra, a veces, en las fiestas de san Fermín, viví momentos dolorosos cuando durante la procesión, rezando el santo rosario a la Virgen, algunos lanzaban improperios, pero yo le decía a María: «Son hijos tuyos, por tanto cuídalos». Me ha ayudado a ponerme, no en una actitud beligerante, sino orante, considerar a cada persona lo que es: hija de Dios y al mismo tiempo hermanos.

¿Cómo afronta su predicación? ¿Cuál es el mensaje que nos quiere hacer llegar?

El mensaje fundamental es imitar el camino de la fe de la Virgen. No es más. Si alguien nos enseña a vivir como creyentes es Ella. Desde el momento de la Anunciación al momento final cuando ofrece a su Hijo en la cruz. Creo que todo ese peregrinaje espiritual y de fe de la Virgen es una gran enseñanza. Si a alguien hemos de imitar en el seguimiento a Jesús es a la Virgen. También a los apóstoles, pero de un modo especial, Ella porque es Madre de la fe, es la que nos enseña a vivir la fe; en definitiva, nos custodia la fe. La Virgen María es la que nos anima y alienta y la que nos hace vivir los momentos gozosos y tal vez dolorosos de nuestra vida como lo vivió Ella. Desde ahí, el itinerario de la Virgen, el camino espiritual de la Virgen, es camino del cristiano.

¿Cree que los católicos la queremos lo suficiente, don Francisco?

Yo creo que sí. Todos sentimos un algo especial a la Virgen. Y eso se ve, ya no solamente en los santuarios, sino en las hermandades. Aquí, por ejemplo, la Virgen tiene ese toque de ternura que llega al corazón. Hace pocos días estaba yo en Alhaurín el Grande y, al salir del templo, hay una capillita de la Virgen, con una imagen con un rostro precioso. Había allí un niño y vi que estaba venga a mirar el rostro de la Virgen. Y le dije: “¿Qué, estás rezando a la Virgen?”. Y me responde: “No, la estoy mirando”. ¡La miraba con una sonrisa! “La estoy mirando”, es decir, a la Virgen también hay que pedirle, hay que rezarle, pero, sobre todo, hay que contemplarla como se contempla el amor de una madre, que te abraza, te quiere, te muestra lo mejor, te da lo mejor. Esa es la Virgen.

¿Se la quiere de manera diferente en el norte y en el sur? ¿Ha notado usted diferencia en el tiempo que lleva aquí?

Creo que cada lugar tiene sus características. En el norte igual somos mucho más, cómo te diría yo, más austeros en ciertas manifestaciones. Vosotros sois más expansivos, más expresivos, pero, después el corazón, es igual en todos. Cambia el estilo de los caracteres y la forma de ser. Aquí tenéis las hermandades, las procesiones… Allí una procesión no dura más de tres cuartos de hora, una hora, todo lo más. Pero después el corazón siempre late con la misma armonía, en todos los sitios, en su devoción a la Virgen.

Reside en Málaga desde febrero. ¿Cómo se siente en esta tierra, qué quiere aportar?

Me encuentro bien. Primero, muy bien acogido por parte del obispo, don Jesús. Y luego, como estuvo aquí don Fernando Sebastián, al haber sido sucesor suyo en Pamplona y Tudela, pues me siento atendido con verdadero sentido fraterno. Ya a mis 77 años veo que también uno está más cansado, necesita cuidarse físicamente y esto me ayuda. Espiritualmente dispongo de más tiempo para poder rezar, dedicar a dar ejercicios, a los que me invitan desde distintas diócesis. Me encuentro viviendo el momento presente. Eso es lo que me han inculcado desde siempre: no estar pensando en el pasado, ni tampoco en el futuro, sino vivir lo mejor posible este presente que me toca vivir.

 

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Ana María Medina

Periodista de la diócesis de Málaga

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