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Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Publicado: 12/04/2014: 15777

Firma: P. Luis Marco Sus, C.P. Párroco de Santa María Goretti, en Málaga

Hoy entra Jesús en Jerusalén, en la ciudad más importante de Israel, la ciudad santa. Ya durante la Cuaresma hemos contemplado a Jesús, que tiene el firme propósito de subir a Jerusalén. Es consciente de que allí llegará la Pasión y la glorificación. Con espontaneidad el pueblo se echa a la calle y, en un momento, todos, con palmas y ramos de olivos, alfombran el suelo y lo proclaman Rey y Señor. Es una manifestación mesiánica de Jesús. Al que montan en un borriquillo, lo clavarán en una cruz.

Esta semana es consecuencia lógica de toda la predicación de Jesús, de todo el amor de Jesús hacia su pueblo, hacia sus gentes… hacia sus amigos, hacia los niños y pobres. Esta página es el anticipo de la Pascua, de la victoria sobre la muerte, de la resurrección.

Ante el umbral de la Semana Santa, ante la puerta que abre el camino hacia la cruz, hay que descubrirse, hay que entrar dentro, al interior, y alejarse un poco de todo el ruido exterior, y mirarnos a nosotros mismos, con sinceridad, sin miedo, con mucha esperanza.

Nos podemos preguntar al inicio de esta semana: ¿Es Jesús el Señor y el Rey de nuestra vida? ¿O tal vez nos sucede como a aquella gente, que tras los vivas a Dios le damos la espalda y le condenamos, como cuando calumniamos al hermano y lo despreciamos? Quizás tenga que reconocer que necesito una constante en la vida, que mi ser cristiano no sólo es un reflejo de pancartas, de vítores y pasacalles. La procesión más bella de mi existir es una vida de gracia y amistad, la que el Señor me regala y me brinda cada mañana para disfrutar con el corazón y la palabra. Sólo así podré aclamar con los niños: “Bendito el que viene, como rey, en nombre del Señor”.

¡Qué bonito lo decía el Papa el pasado domingo de Ramos!: "También nosotros hemos acogido al Señor… Es nuestro amigo, nuestro hermano. El que nos ilumina en nuestro camino". Y continuaba: "No seáis nunca hombres y mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; que está entre nosotros; nace del saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles". Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea, entra cargado de ternura y con la paz en las manos.

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