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Pentecostés y los sacramentos, por José Luis Linares

Publicado: 17/05/2013: 7024

El Espíritu Santo es, como dice el papa Francisco, «fuente inagotable de la vida de Dios en nosotros» nos ofrece a los hombres que peregrinamos como el agua viva que nos refresca en las horas de sofoco y sacie nuestros deseos profundos de amor, armonía y paz".

BAUTISMO 

El Espíritu es el don del Resucitado en el bautismo nos purifica, nos ilumina y nos transforma, haciéndonos hijos partícipes de la vida de Dios.

CONFIRMACIÓN 

En la confirmación, la fuerza del Espíritu nos fortalece para poder vivir en medio de las dificultades de la vida con los mismos sentimientos y criterios de Jesús, convirtiéndonos en testigos auténticos del Resucitado. 

EUCARISTÍA

En la Eucaristía transforma el pan y el vino en su cuerpo entregado y su sangre derramada, verdadero pan del cielo, haciéndonos partícipes de su vida glorificada, sembrando nuestra existencia, limitada, de eternidad. En la misma Eucaristía, el Espíritu Santo es invocado sobre la comunidad que celebra para que nos unifique y haga de la diversidad una comunidad de amor y servicio.

RECONCILIACIÓN Y UNCIÓN DE ENFERMOS 

Al soplo, al don del Espíritu Santo, el Señor resucitado une el poder de perdonar y restaurar (Jn 20,23). El perdón que nos viene de su sangre derramada nos renueva con el amor de su entrega. A través de su costado abierto entra en el mundo la gracia del perdón que nos transforma y nos pacifica.

ORDEN SACERDOTAL

Esta escena del Pentecostés joánico también nos habla del ministerio sacerdotal. Cuando el Señor dice la paz con vosotros, la paz contigo, se da a sí mismo, pues Él mismo es la paz (Ef 2, 14). Como el buen pastor, el presbítero debe guiar al rebaño, alimentarlo y defenderlo. Será en la celebración de la Eucaristía donde el Señor se nos dé continuamente y se convierta en la fuente de paz y unidad de la comunidad que lo celebra.

MATRIMONIO 

El matrimonio, comunidad de amor, sólo puede vivirse por el Espíritu. La atmósfera del dar y recibir mutuo que hacen del yo y el tú un nosotros, es el Espíritu. El matrimonio, misterio del amor, por el Espíritu, convierte a la pareja en signo de la trinidad, misterio de amor y de fecundidad. Todos los que somos insertados por los sacramentos de la Iglesia al misterio de Cristo debemos dejarnos conducir por el soplo de su Espíritu, para que esa vida recibida no la encerremos egoístamente en los límites de nuestras comunidades, sino que impulsados por el gozo del Resucitado lo llevemos a los que sufren, los que dudan y también los reacios (Jn 20,21). Estas dimensiones son las que el papa Francisco nos están recordando continuamente cuando invita a la Iglesia a salir a la periferia.

Autor: José Luis Linares

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