Nacido en Roma en el 540, sus cualidades humanas lo hicieron destacar desde muy temprano, llegando a ser prefecto de su ciudad natal con sólo 30 años. Sin embargo, ni el poder ni el dinero (era uno de los hombres más ricos de la Urbe) llenaban sus anhelos más profundos, por lo que decidió consagrarse al Señor para servirlo sólo a Él fundando su propio convento. El poco tiempo pasado en aquel retiro sería recordado luego por él como “el más feliz de mi vida”. Pero su valía personal fue invocada para resolver los graves problemas que afectaban a la Iglesia y, casi a la fuerza, fue elegido Papa. Desde la sede de Pedro reformó la curia para hacerla más evangélica, enseñó generosamente (es doctor de la Iglesia y muchas de sus homilías han llegado hasta nosotros), defendió la doctrina, fomentó la justicia en favor de los pobres, y potenció la música sacra (el famoso canto gregoriano lleva su nombre).

En la localidad malagueña de Igualeja lo veneran como patrón junto a santa Rosa de Lima. Ambos salen juntos en procesión cada 23 de agosto, día de santa Rosa; y cada 12 de marzo, fecha antigua de celebración de este Papa santo.