NoticiaArte

Miró: «El terciopelo es la textura para la desescalada»

Federico Miró en su estudio
Publicado: 10/05/2020: 12768

Federico Miró (Málaga, 1991) ofrece un trabajo minucioso que se aproxima al virtuosismo sustentado en una honda reflexión sobre el ser y la vida que transitamos. No solo reivindica lo artesanal también defiende la integración de la tradición y la vanguardia. Le entrevistamos en plena pandemia y desescalada.

Se debería contar con uno o varios artistas que asesoren al Gobierno, ya que, como el filósofo, el artista tiene la capacidad de ver más allá de lo práctico, es pensador, crítico y psicólogo.

No tenemos el gusto de conocernos personalmente, hablaron muy bien de ti, ¿cómo te definirías como artista?

Siempre digo que mi obra es un reflejo de lo que soy y una expresión de mi personalidad. Me considero una persona muy metódica, meticulosa, tranquila y paciente, aptitudes que aplico a mi proceso de trabajo y que, a mi juicio, se plasman en la obra. El color, los motivos y la técnica de mis cuadros no son más que elementos autobiográficos que describen mi carácter constante y perseverante desvelando, en ocasiones, mis gustos más personales.

¿Piensas que salvará la belleza al mundo?

Siempre ha sido así, el ser humano necesita de lo bello para vivir, sea realidad o utopía. La belleza no es algo superfluo o frívolo, es un valor y un sentimiento que puede admirarse no solo en lo superficial sino también en valores como son la solidaridad y la honestidad. La belleza es, también, un modo de vida que se descubre en el silencio y en la introspección, en un autoanálisis que nos lleva a cuestionarnos quiénes somos y quiénes queremos ser. La naturaleza y el arte en todas sus expresiones potencian el pensamiento crítico y son el vehículo que todos debemos tomar para convertirnos en la mejor expresión de nosotros mismos y ser también belleza para el mundo.

En momentos tan convulsos como los que vivimos actualmente, la belleza reside en la nostalgia, en la esperanza, en la compasión… A diario vemos múltiples ejemplos de conductas bellas en los medios de comunicación como sanitarios entregados, hoteles reconvertidos en hospitales de campaña, empresas automovilísticas que utilizan su maquinaria para fabricar respiradores… y, en paralelo, las redes se llenan de obras de arte y de actuaciones improvisadas que nos hacen estos días más llevaderos y que nos enseñan que la vida, a pesar de todo, sigue siendo bella. Si el arte siempre ha sido necesario, ahora más que nunca, ya que la belleza es terapéutica y, por supuesto que, una vez más, volverá a salvar al mundo.

¿Verías con buenos ojos un gabinete de expertos artísticos que asesoraran al Gobierno en esta época de pandemia?

Esta pregunta me la he planteado en varias ocasiones, no solo en esta época de pandemia, y la respuesta es sí. A mi juicio se debería contar con uno o varios artistas, ya que, como el filósofo, el artista tiene la capacidad de ver más allá de lo práctico, es pensador, crítico y psicólogo.

Como he adelantado anteriormente, el arte siempre ha sido una herramienta de enjuiciamiento y crítica y ha servicio para plantearse nuevas preguntas y marcar nuevos objetivos.

Los artistas poseemos características que, en general, otras ocupaciones o profesiones no tienen. Por ejemplo, somos muy observadores, analíticos, perseverantes, empáticos y sensibles a los estímulos del mundo que nos rodea. A mi juicio, falta mucha empatía y sensibilidad en la mayoría de nuestros políticos. Por tanto, opino que nuestra capacidad de resolver el enfrentamiento al “lienzo en blanco” y a la incertidumbre de la crítica podría extrapolarse muy bien al mundo real y a los problemas de la sociedad.

¿Aunque la obra de arte no se entienda puede llegar a ser terapéutica?

Por supuesto, siempre digo que en el arte se trata más de sentir que de entender. Lo que se entiende fácilmente, en muchas ocasiones nos aburre y distrae. Lo que no se entiende, supone un reto y despierta nuestra curiosidad y proximidad hacia la obra. Es este estímulo de lo incomprensible lo que hace que comencemos a sentir y a emocionarnos, sin necesidad de que pase por el filtro de la razón. Cuando el espectador se deja atrapar por la obra es cuando brotan las emociones y se manifiesta el efecto terapéutico.

Hemos descubierto que se puede vivir sin restaurantes, aviones, tiendas o coches, pero hemos confirmado que no se puede vivir sin música, libros, series o películas, puesto que son nuestra válvula de escape, nuestro mecanismo de defensa contra el dolor, el aburrimiento o la locura. El arte y la cultura son, en definitiva, y ahora más que nunca, el sostén de nuestra sociedad y nuestra cordura.

¿Qué papel juega el color y la textura en tu obra?

Mi investigación artística se basa en el estudio de lo artesanal y la tradición del bordado en terciopelo, los tapices y los telares.  Por ello, la textura y el color son dos aspectos fundamentales en mi trabajo.

La textura aterciopelada que se genera a través del procedimiento que utilizo, me sirve para representar detalles vegetales artificiales, sacados de diferentes géneros ornamentales muy presentes en la arquitectura y la artesanía de mi ciudad, Málaga.

Intento que mi obra adquiera un cierto carácter místico y pienso que el color que utilizo ayuda a transmitir este halo espiritual. Por ello, en mis cuadros se pueden apreciar colores próximos a los áureos o basados en la gama cromática de la obra de Rothko, maestro en conseguir envolver al espectador con sus obras con la finalidad de hacerle partícipe de una experiencia contemplativa.

¿Un color para el aislamiento?

El morado. Lo asocio al misticismo y a la espiritualidad, valores y sentimientos que se reivindican más que nunca en estos tiempos difíciles de aislamiento.

¿Una textura para la desescalada?

La textura del terciopelo, ya que me transmite sensaciones de suavidad y serenidad, tan necesarias para volver poco a poco a la normalidad que conocíamos.

¿Es apta tu obra para los tiempos que corren? 

Nuestros tiempos estaban marcados por la aceleración de los ritmos de las ciudades. El mundo giraba a una velocidad endiablada. Si a esto sumamos la cada vez mayor utilización incontrolada de las tecnologías y de las redes sociales, observamos que está provocando ya dependencias que precarizan la calidad de la vida cotidiana. Por tanto, uno de los problemas más graves que afronta el individuo de nuestra sociedad es su dificultad para detenerse y gestionar su tiempo desde una atención sosegada ante tanto estímulo exterior.

Podría decirse que mi obra es una llamada al detenimiento y a la quietud, a observar con curiosidad desde la cercanía y la distancia. En mi trabajo reivindico la cualidad física de lo pictórico, el proceso y el hacer, emborronando los límites entre el arte y la artesanía, ya que ambas, a fin de cuentas, giran en torno a la materia como protagonista.

En conclusión, creo que mi obra encaja muy bien con el momento histórico que estamos viviendo, que nos ha obligado a parar y a reflexionar, a replantearnos cuál es la esencia y el fin del individuo. Esta difícil situación nos está enseñando a valorar lo que realmente es importante en nuestra vida, que es nuestra relación con los demás, con el medio y con la belleza, donde se encuadra, como piedra angular, la cultura.

¿A cuánta distancia tenemos que contemplarla?

En mis pinturas no hay espacios vacíos ni zonas en blanco, se trata de una tendencia a lo barroco que se enfatiza con colores próximos a los áureos. Esto hace que los cuadros sean visualmente complejos y la distancia juegue un papel fundamental en su contemplación. Sin embargo, aunque una cierta distancia permite vislumbrar la imagen subyacente, la cercanía, por contraste, descubre los detalles de ejecución y técnica.

Al tratarse de una obra cuyos matices varían según la distancia en la que se contemple, es el espectador el que crea su propio espacio y distancia hacia la obra según lo que la misma le transmite. En su relación con la obra el espectador percibe apariencias dispares donde lo místico de la imagen representada y lo banal del método rudimentario empleado se unen.

¿Cuál es tu sueño como artista?

Mi sueño es seguir viviendo y poder morir siendo artista, sin renunciar a mi esencia e idea del arte. Deseo que el tesón, la ilusión y la perseverancia me acompañen todo el camino, ya que el arte es mi pasión y no contemplo otro tipo de vida.

Rafael J. Pérez Pallarés

Rafael J. Pérez Pallarés es sacerdote diocesano y Delegado Diocesano de Medios de Comunicación. Todas las mañanas presenta y dirige el programa de Canal Sur Radio y Radio Andalucía Información “Palabras para la vida”, un programa fruto de los acuerdos entre RTVA y los obispos andaluces.

Más noticias de: Arte