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Anunciación del Señor. Jornada por la Vida (Catedral-Málaga)

Publicado: 25/03/2015: 9412

ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
JORNADA POR LA VIDA
(Catedral-Málaga, 25 marzo 2015)

Lecturas: Is 7, 10-14; 8, 10; Sal 39, 7-11; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.

Cristo, con su encarnación, se ha unido a todo hombre

1. Celebramos hoy la solemnidad litúrgica de la Anunciación de Señor. Dios ha querido encarnarse como hombre y ha enviado a su Hijo Jesucristo, nacido de mujer, para hacernos hijos de Dios, como dice san Pablo: «Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial» (Gal 4, 4-5).

Dios se ha acercado al hombre y ha asumido la naturaleza humana, plantando su tienda entre nosotros. Este misterio es el que celebramos hoy en la fiesta de la Encarnación o Anunciación.

La Catedral malagueña vive hoy con alegría su fiesta titular y exulta de gozo, alabando a Dios y dándole gracias por el misterio inefable de la presencia del Altísimo entre los hombres. Felicitamos al Cabildo-Catedral, que es quien cuida la liturgia en este primer templo de la Diócesis; y agradecemos su entrega generosa en el ejercicio del ministerio sacerdotal.

2. En la primera lectura hemos escuchado la profecía de Isaías acerca de la Encarnación de Jesucristo. En tiempos de Ajaz, rey de Judá, subieron a atacar la ciudad de Jerusalén los reyes de Siria y de Israel. Ante el estremecimiento y el miedo de Ajaz, el Señor Dios envió al profeta Isaías para tranquilizarle y prometerle que esos dos reyes no conquistarían Jerusalén (cf. Is 7, 1-4).

El profeta Isaías anuncia la presencia del “Enmanuel”, es decir, del “Dios-con-nosotros”: «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Enmanuel» (Is 7, 14). Esta profecía se cumpliría de modo pleno y definitivo con la venida al mundo de Jesucristo, el Hijo de Dios, como hemos escuchado en el evangelio de san Lucas (cf. Lc 1, 30-33).

3. El Concilio Vaticano II enseñó que “mediante la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre” (Gaudium et spes, 22). La misión de la Iglesia consiste en lograr que dicha unión pueda realizarse y renovarse continuamente. La Iglesia está al servicio de este fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo y que éste pueda recorrer con cada ser humano el camino de la vida.

Cada uno de nosotros podemos encontrarnos con Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre. Cada persona humana, de cualquier época o condición puede ser renovada, gracias a la fuerza transformadora del amor de Dios.

El papa Juan Pablo II explicaba que “no se trata del hombre abstracto sino real, del hombre concreto, histórico. Se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 13). Cristo se ha unido contigo, conmigo, con cada uno de nosotros.

4. Hoy celebramos también la Jornada por la Vida. Con este motivo reconocemos el don precioso de la vida humana, que es un regalo especial de Dios, porque todo ser humano es imagen de Dios (cf. Gn 1, 27).

La naturaleza humana ha sido asumida y redimida por Jesucristo.  Nada ni nadie puede impedir que ningún ser humano sea elevado a la dignidad de hijo adoptivo de Dios. Esto tiene unas consecuencias muy importantes. El hecho histórico de la Encarnación desvela la verdad acerca del hombre y del mundo.

Nuestra vida es un don que brota del amor de Dios. Todos y cada uno de los seres humanos poseen para Dios un valor único e irrepetible y son llamados a la comunión con Él. El Concilio recuerda que “el hombre es en la tierra la única criatura que Dios ha querido por sí misma” (Gaudium et spes, 24). Dios crea al hombre como el ser más perfecto de la creación y lo ama por lo que es.

En nuestra sociedad se valora a veces a la persona por lo que tiene, por lo que produce. Los cristianos, en cambio, estamos llamados a valorar y apreciar al ser humano por sí mismo, independientemente de lo que posea, de lo que pueda hacer o de su estado de salud. El hombre ha sido querido por Dios, elegido eternamente y destinado a la gracia y a la gloria.

Toda vida humana, sea recién concebida, débil, sufriente o deteriorada por la vejez, supone un sí que Dios ha pronunciado sobre ella de una vez para siempre. Los Obispos de la Subcomisión de Familia y Vida, en la Nota con motivo de la Jornada por la Vida 2015, insisten en este punto: el valor del ser humano ante Dios.

5. La Jornada por la Vida es una ocasión propicia para tomar mayor conciencia del valor de la persona humana y de la responsabilidad de implicarnos en su defensa, especialmente de las personas más vulnerables, débiles e indefensas.

Según el evangelio de san Lucas, que ha sido proclamado, Dios envió al ángel Gabriel a la Virgen María de Nazaret (cf. Lc 1, 26-27); el ángel la saludó con la buena nueva de su estado de plenitud de gracia: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). Y ante la normal turbación de la Virgen, le anunció su maternidad: «Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1, 31).

María cuidó, desde ese mismo instante, del Hijo de sus entrañas. El Hijo de Dios ha pasado por todas las fases del crecimiento del ser humano, desde la concepción hasta su muerte.

6. La humanidad entera, unida a Jesucristo, vive la fraternidad universal y adquiere la responsabilidad de cuidar de toda criatura humana. Todos estamos obligados a cuidar de los seres humanos, sea cual sea su condición, desde su concepción hasta su muerte natural. También las instituciones tienen esa misma responsabilidad. Todos debemos tutelar los derechos humanos, sobre todo el primero y principal, que es el derecho a la vida. Cuando una sociedad pisotea el derecho a la vida, de manera consiguiente pisotea otros muchos derechos.

En esta solemnidad de la Anunciación encomendamos a todas las familias y sobre todos a quienes se encuentran en situación de debilidad, sufrimiento o exclusión al cuidado materno de María, de cuyo seno hemos recibido al Autor de la Vida. Y nos comprometemos a cuidar, valorar y defender la vida humana en todas sus fases. Amén. 

Diócesis Málaga

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