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Navidad (Catedral-Málaga)

Publicado: 25/12/2022: 4398

Homilía del Sr. Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, durante la Misa del día de Navidad

NAVIDAD

(Catedral-Málaga, 25 diciembre 2022)

Lecturas: Is 52, 7-10; Sal 97, 1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.

Cristo, plenitud de los tiempos

1.- El pecado de la primera humanidad

El ser humano, creado por Dios a su imagen y semejanza como dueño de la creación (cf. Gn 1, 27), falló por desobediencia y orgullo y perdió su estado de bondad preternatural (cf. Gn 3, 23).

La humanidad desde entonces cayó en una situación de desgracia y de hostilidad respecto a los demás seres creados, incluso entre humanos (cf. Gn 8-9). En vez de armonía y convivencia pacífica, apareció el odio y la enemistad.

Dios había prometido restaurar esa situación de pecado y desorden con la descendencia de una mujer (cf. Gn 3, 15).

Pero la humanidad necesitaba tiempo para ir madurando y ser capaz de recibir la salvación prometida.

De manera análoga, el ser humano se desarrolla desde su nacimiento hasta la edad adulta mediante un proceso lento, que le permite ir desarrollando sus facultades; el niño, para madurar y hacer fructificar todas las capacidades y competencias que alberga potencialmente en su interior, necesita tiempo, haciendo un proceso de crecimiento y de madurez. Esto nos permite defender que el niño no puede tener los derechos y prerrogativas que corresponden a una persona adulta, tal como pretenden hoy día algunas leyes.

2.- El Nacimiento del Hijo de Dios

«Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial» (Gal 4, 4-5).

El contenido fundamental de la revelación bíblica, queridos hermanos, es la persona y obra de Jesucristo, el Hijo de Dios nacido de María, enviado por Dios en la plenitud de los tiempos como Mesías de Israel, Señor y Salvador de todos los pueblos.

El plan de salvación previsto por Dios desde la creación del mundo se realiza de manera plena con el Nacimiento de Jesucristo, «dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra» (Ef 1, 9-10).

Dios habló a la humanidad en muchas ocasiones y de muchas maneras (cf. Hb 1, 1); pero «en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos» (Hb 1, 2).

Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, perfecciona la ley mediante la gracia y la verdad: «Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo» (Jn 1, 17).

3.- Cristo, plenitud de los tiempos

Desde la venida de Cristo al mundo, que celebramos en la Navidad, la humanidad avanza hacia su consumación definitiva, de una manera irreversible. Como dice el Concilio Vaticano II: “La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros, y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza verdaderamente a realizarse" (Gaudium et spes, 48).

Cristo no solamente vino al mundo en la plenitud de los tiempos, sino que Él mismo es la plenitud del tiempo. Él es el centro de la historia universal. A Él conduce todo lo que le precede y de Él procede todo lo que le sigue.

Cristo es el eje de los acontecimientos del mundo; es también la clave de la historia, porque toda la historia de la humanidad fue primero preparación y espera del nacimiento de Cristo. Y, tras de la venida de Cristo al mundo, la historia de la humanidad pasa por Cristo, Redentor de los hombres y del mundo entero.

4.- Jesucristo, plenitud del cristiano

Jesucristo ha venido a dar plenitud a la humanidad, como Él mismo dice: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud» (Mt 5, 17).

El himno de la carta a los Colosenses nos recuerda: «Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente, y por él, que es cabeza de todo Principado y Potestad, habéis obtenido vuestra plenitud» (Col 2, 9-10).

El objetivo último de nuestra vida es llegar «a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4, 13).

El Niño-Dios, hecho hombre, que hoy adoramos, es plenitud del ser humano, modelo nuestro y hermano nuestro, que ha asumido nuestra naturaleza para elevarla y divinizarla.

5.- En busca de la felicidad

El ser humano busca desesperadamente la felicidad, pero no siempre la encuentra. Existen muchos falsos reclamos de felicidad en nuestra sociedad, ofrecidos como consumo, placer, deseos y goces mundanos. Pero esto no satisface la sed de felicidad profunda y eterna que alberga el corazón del hombre.

Si Cristo es la plenitud del ser humano, solo por la adhesión total del hombre a Cristo, del entendimiento y de la voluntad, puede conseguir el hombre la plenitud de su felicidad. Si queremos alcanzar la verdadera y eterna felicidad, no existe otro camino. Si queremos vivir en plenitud contemplemos al recién Nacido y tengamos los mismos sentimientos que el Hijo de Dios (cf. Flp 2, 5).

El Nacimiento de Jesús en Belén es la presencia del Amor de Dios en el mundo, único modo para alcanzar la felicidad y la plenitud del ser humano.

Acudamos, queridos hermanos, a Belén para encontrarnos con el Amor divino, que nos ofrece la verdadera felicidad y la auténtica plenitud humana.

Que la Virgen María, la Madre de Jesús, interceda por nosotros y nos ayude a acogerlo en nuestro corazón, para que nos ayude a encontrar la verdadera felicidad. ¡Feliz Navidad a todos! Amén.

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