Fue la Primera Cruzada la más importante y existosa de las siete restantes. En Clermont, el papa Urbano II exhortó a los caballeros cristianos y a los señores feudales a la lucha contra los paganos. El pontífice garantizó a los participantes la debida protección a sus familias y a sus bienes concediéndoles indulgencia plenaria. 

Millares de caballeros al grito de “Deus lo volt” (Dios lo quiere) se comprometieron bajo voto y juramento de marchar a Jerusalén. Se organizaron cuatro grandes ejércitos destacando las figuras de Godofredo de Bouillon y de su hermano Balduino. En Constantinopla, se reunieron todos los cruzados. Atravesaron el ï¿¼ï¿¼ï¿¼ï¿¼ï¿¼ï¿¼Bósforo, conquistan Nicea, Edessa, Antioquía de Siria y el 14 de junio de 1099 ocuparon Jerusalén. El gozo de la cristiandad fue indescriptible. Jerusalén fue convertida en un reino. Su organización se realizó según los esquemas feudales de la época.

Años después, en 1144, Edessa fue conquistada por el emir turco de Mossul. Este hecho causó gran estupor en Occidente y fue el que motivó la Segunda Cruzada, predicada por San Bernardo. En ella participaron Conrado III de Alemania y Luis VII de Francia al frente de 150.000 soldados. La expedición fue un rotundo fracaso.

En 1187, el califa de Egipto Saladino conquista Jerusalén. éste mandó destruir todos los templos cristianos y ordenó degollar a todos los templarios y hospitalarios apresados. Los ejércitos cristianos a pesar de un gran esfuerzo, no consiguieron reconquistar Jerusalén.

El papa Inocencio III fue el promotor de la Cuarta Cruzada. Su deseo era el de conquistar Egipto para, desde allí, conseguir el dominio de Palestina. Todo terminó en un lamentable fracaso. Igual ocurrió con el resto de las Cruzadas, en las que se perdieron Jaffa, Antioquía y Acre, las últimas posesiones cristianas. Todos los esfuerzos de la cristiandad fueron ineficaces. No consiguieron el fin que pretendieron: el de liberar los Santos Lugares.