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Cuento de Navidad: Una noche extraordinaria

Adoración de los pastores. Museo de Belenes de Mollina. Diario SUR
Publicado: 28/12/2020: 4711

Eran alrededor de las 5 de la mañana. Bueno más o menos, que no teníamos relojes y yo solo lo calculo por el sueño que aún tenía y por lo oscuro de la noche. 

En la cama de al lado, donde dormía mi hermana Verónica, estaba sentado mi hermano Goyo y aunque hablaba bajito, me despertó. El único que seguía frito era mi hermano pequeño y mi madre que, la pobre, últimamente acaba cada día reventada y caía redonda.

Me levanté muerta de curiosidad, aquello era raro y veía en el rostro de mi hermano una cara que nunca antes había visto. Goyo me miró, sonrió y nos dijo a las dos que mejor saliéramos afuera: «echaros encima una manta que hace un frio que pela». Ya fuera, se puso a dar saltos y gritos de alegría, y mi hermana empezó a llorar emocionada.

–Pero ¿qué puñetas pasa? Y ¿dónde está papá? Y ¿Qué haces aquí tan temprano? Yo con mis 8 años tengo un genio tremendo como veis.
–Papá aún no ha vuelto, creo que hoy nos traerá un desayuno especial, él también está muy contento. Ha sido increíble, Lidia, increíble. Lo más bonito que jamás me ha pasado en la vida.
–Pues cuéntamelo desde el principio Goyo, que pareces un loco perdío.
–Anoche papá me dejo acompañarlo a pastorear. Ya sabes que dentro de nada cumplo 15 y subiré con el todos los días a la montaña. Hicimos lo de siempre. En la ruta se nos fueron uniendo los demás: Pepe el de las cabras y también vino Juan y su hijo Hugo, que aunque no me cae muy bien me parece que a partir de ahora seremos grandes amigos. Por último se juntó con nosotros el viejo Perico, no sé cómo ese hombre es capaz de seguir subiendo y bajando, se le ve tan cansado… Pero desde luego hoy le ha merecido la pena. 
–¡Ojú como te enredas! ¡Sigue anda, que me estoy poniendo nerviosa!
–Pues eso, que sacamos los bocadillos, en los pedruscos de siempre, y papá me estaba enseñando como otras mil veces, la verdad de las estrellas. Tú aún eres pequeña y no lo entiendes, pero papá sabe mucho, muchísimo y lleva días diciendo que en el cielo estaba pasando algo especial. Me señalaba con el dedo varias constelaciones y me mostraba una estrella muy grande y hermosa que decía que él jamás había visto antes: «Esa es nueva Goyito, y no tengo ni idea de cómo se llama, pero cualquiera diría que ha venido a darnos luz a Belén». Justo en ese momento, mientras todos los demás nos reíamos de las ocurrencias de papá, se abrió el cielo Lidia, se abrió y una criatura enorme y preciosa, se puso delante de nosotros.
–¡Ay qué miedo por Dios bendito! se me escapó de la boca sin querer.
–No nos dio miedo, fue muy extraño. Nos hablaba con una voz que parecía música y nos dijo que esta noche seria recordada para toda la eternidad. «Os anuncio una buena nueva», decía, y Perico empezó a llorar como loco, parecía que ya sabía lo que quería decir el ángel; porque era un ángel, así mismo se nos presentó. Y mientras Perico lloraba, los demás enmudecíamos, porque en el momento que dijo Mesías, una multitud de estrellas se movió alrededor de él y cobró vida. No pongas esa cara, que es verdad verdadera, y todos esas criaturas cantaron como jamás he oído cantar, y parecía que estábamos en el cielo…
–Pero yo quiero verlo, yo quiero –empecé a gemir. Me di cuenta de que era aún una niña pequeña, porque una envidia cochina se apoderó de mí– ¡Llévame a ver al Ángel, llévame Goyo por favor! 
–Espera que aún no he llegado lo mejor. Además, estate tranquila que, cuando amanezca y mamá y el bebé se despierten, iremos todos juntos a ver al Niño. Papá se ha quedado allí. 
–¿Niño? ¿Pero no era un ángel? ¿En qué quedamos?
–Calla Lidia, deja que siga que ahí justo es donde yo me he quedado también. Decía Verónica que la pobre hasta ahora no había dicho ni pío. 
–El Ángel nos dijo que fuéramos a un establo, el que hay junto a la posada de Julia y que allí veríamos al Niño Jesús, al Mesías nuestro salvador que por tantos años nuestro pueblo lleva esperando. Y fuimos, ¡digo que si fuimos! Y poco antes de llegar vimos que la estrella rara de la que nos habló papá antes estaba allí parada, y se respiraba algo especial, una mezcla de paz y alegría se metían en tu corazón y olía…no sé cómo explicártelo. No olía a establo, ni a animales, parecía que hubieran derramado frascos de perfume por allí alrededor, era todo tan bonito. Y Perico no dejaba de llorar. Papá pidió permiso para entrar y una señora inclinó la cabeza para decirnos que sí. ¡Ay Señor, lo que vimos allí! No se puede explicar bien. Lo veréis pronto vosotras también y así me entenderéis. Un hombre algo mayor con cara de buena persona nos decía que no tuviéramos miedo, que nos acercáramos más. La señora, cuya belleza yo jamás había visto, dulce y radiante a pesar de haber dado a luz un rato antes, no dejaba de mirar al niño, y el niño dormía plácidamente en un pesebre que parecía una cuna. Te daban ganas de quedarte allí a vivir con ellos. Pero claro, tenían que descansar. Papá y Juan se quedaron para echar una mano a José, que así se llamaba el hombre. Me mandó a casa a descansar, pero yo no puedo dormir. Ni de broma me pienso acostar, solo quiero cantar y rezar y esperar a que mamá despierte para volver al portal. ¡Verás cuando se entere!
 
Han pasado tres días desde aquello. Ya he conocido al Niño. Verónica, mi hermana, se ha quedado allí para ayudar en todo. A mí no me dejan, pero voy todos los días. María, su madre, es tan dulce como decía Goyo y me cuenta historias de su pueblo que a mí me encantan y hasta me ha dejado acunar al Niño un rato. Es tan bonito. Me chifla su carita. Siento cada vez que le he dado un beso, que se me hincha el corazón. Algo muy grande ocurre dentro de mí y María me dice que es normal, que a ella también le pasa. 

Hoy he tenido una pesadilla. A mi hermano pequeño lo mataban los soldados de Herodes. Se lo he contado a mamá y se han ido los dos unos días al pueblo donde vive mi tía. Dice que a estas alturas, después de lo vivido, su fe se ha hecho grande y que hay que estar dispuestos a todo por salvar el Amor. Así que después de hablarlo con papá y con José, se han marchado. No entiendo cómo alguien puede hacer daño a un bebé.

Ya os dejo. Mi vida cambió el día en que Goyo despertó a mi hermana en la noche y ahora sé que nunca jamás estaré sola. La luz de Jesús me acompañará siempre. Aunque ellos también se marchan pronto, no me da pena. Bueno, sí, un poco, pero es que sé que mi corazón se va con Él y algo me dice que volveré a verlo algún día. AMÉN. 
 
28 de Diciembre de 2020
Día de los Santos Inocentes
Paloma Carrasco Vergara

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