DiócesisComentario al Evangelio

Comentario al Evangelio. La blasfemia

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Publicado: 22/01/2024: 2346

Reflexión para profundizar en el evangelio de hoy, 22 de enero, (Mc 3, 22-30)

La muerte de Saúl representa un paso decisivo hacia la unión de todo el pueblo elegido. Tras siete años de guerra civil, en lucha con Isbaal, hijo de Saúl, David es proclamado rey en Hebrón. El relato que leemos hoy nos habla del ascenso de David en el momento en que llega a ser rey de Judá y de Israel. Las tribus del norte y del sur se unifican bajo su mandato. Es bueno destacar que más que regir y gobernar, su misión será conducir a su pueblo. La figura del pastor, que a lo largo de toda la Biblia se aplica a Yahvé, está representada también por quienes, desde la fidelidad, están al frente de su pueblo y, de alguna forma, son un trasunto de Dios. “Tú apacentarás a mi pueblo, tú serás el jefe de Israel”. También los profetas hablan del Mesías como el pastor que conducirá a su pueblo.

La historia del pueblo elegido entra con David en un período de prosperidad. Con él comienza un tiempo largo, inaugurado con la conquista de Jerusalén a los jebuseos. Esa ciudad recibirá el nombre de quien la ha conquistado, la ciudad de David. En esos éxitos ve el relator la mano de Dios que acompaña a David por caminos tortuosos, donde tiene lugar una vida compleja con altos y bajos, con momentos de esplendor y de miseria. La Biblia nos muestra a un gran hombre en quien cabe todo lo hermoso y todo lo más execrable. Pese a todo ello, Dios no le abandona y hace a David padre de un linaje y de su descendencia saldrá el Mesías.

“Todo se les podrá perdonar a los hombres…pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás”.

Palabras duras las pronunciadas por Jesús en este episodio que nos narra el evangelista Marcos. ¿Por qué dice esto el Maestro de la misericordia, el que acoge a pecadores y come con ellos, el que perdona siempre?

Contexto:

El pasaje nos recuerda una de las disputas de Jesús y sus oponentes, los maestros de la ley. Jesús ha realizado muchos milagros, curaciones de todo tipo, ha multiplicado los panes y los peces, ha hablado de Dios como un Padre bueno en quien confiar siempre y ha invitado a todos a recibir su mensaje y a juzgar sus hechos, a quienes no quieren acoger sus palabras.

Al no poder negar la evidencia de los prodigios realizados por Jesús, los enemigos atacan la naturaleza misma de su poder. Parece evidente que esos maestros de la ley no saben cómo actuar ante las palabras y las obras de Jesús. Él está rompiendo muchos esquemas sobre los que se asentaba la actitud de los maestros de la ley que, confundidos, no saben cómo argüir ante este hombre. De ahí su reacción: acusarlo de algo absurdo. La salida es extemporánea y sin sentido: Jesús obra esos milagros por el poder del demonio, de Satanás. En definitiva, no aceptar la presencia de Dios porque no obra como ellos desearían.

Reacción de Jesús:

Como siempre, la reacción de Jesús es manifestarse con serenidad y afrontar la situación con la verdad. No se retira; no los desprecia. Los llama y les da una respuesta con la que quiere hacerles caer en la cuenta de lo absurdo y contradictorio de su acusación. Esta carece de toda lógica.

Reacción de los “maestros de la ley":

Sabemos que la reacción de la mayoría de esos maestros de la ley no fue aceptar sus argumentos y aceptar sus propuestas. Al contrario, mantuvieron su enemistad y su rechazo, seguramente que con más inquina que antes. No fueron capaces de reaccionar según toda lógica; prefirieron seguir manteniendo sus ideas y oponer resistencia a Jesús. La fuerza física estaba de parte de ellos. Por eso impondrán su poder y tratarán de acabar con él. Su orgullo no les permitió aceptar lo que era evidente a sus ojos. No hay peor ciego…

Hoy

La actitud de los maestros de la ley es no querer ver la acción de Dios pese a los signos que lo proclaman. Todo su saber no les valió para ver el cumplimiento de las profecías, pese a tener ante sus ojos obras que no tienen explicación si no es por la intervención divina. Prefirieron seguir atados a sus costumbres y rechazar a Jesús. Esa es la blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que no tiene perdón por negarse a aceptar la verdad expresada por Jesús en palabras y hechos; rechazar y no querer aceptar, de facto, el paso de Dios por nuestra vida. El no aceptar al Mesías, acusarlo de obrar impulsado por Satanás, no querer ver lo que era palpable a sus ojos.

Curiosamente en nuestro mundo, de una u otra forma, hay muchos que niegan la verdad. Por eso se habla de postverdad, de fake news… es decir, de sucedáneos de la verdad. Parece que hoy y siempre abundan los amigos de la mentira. La verdad sigue emergiendo hoy, como siempre. Santa Teresa atinó cuando dijo: La verdad padece, pero no perece. A esa Verdad, a ese Jesús, manifestación de Dios que no perece, es al que nos debemos en fidelidad sus seguidores.

Fray Salustiano Mateos Gómara O.P.
Convento de San Pablo y San Gregorio (Valladolid)

 
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