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Corpus Christi (Catedral-Málaga)

Publicado: 29/05/2016: 4133

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga D. Jesús Catalá en la festividad del Corpus Christi el 29 de mayo de 2016, en la Catedral de Málaga.

“CORPUS CHRISTI”
(Catedral-Málaga, 29 mayo 2016)



Lecturas: Gn 14, 18-20; Sal 109, 1-4; 1Co 11, 23-26; Lc 9, 11-17.

La Eucaristía, fuente de misericordia

1.- En domingos precedentes hemos celebrado dos solemnidades litúrgicas de “comunión”: la comunión eclesial suscitada por Espíritu Santo a partir de Pentecostés, que realiza la comunión en la Iglesia; y la comunión trinitaria, en la fiesta de la Trinidad, como fundamento, modelo y culmen de la comunión eclesial. Hoy celebramos la “comunión eucarística” con Jesús y con Él y en Él a los demás hermanos.
En esta celebración de “Corpus Christi” hacemos una profunda confesión de fe y agradecemos el inmenso tesoro que el Señor Jesús ha puesto en nuestras manos. El papa Benedicto XVI nos decía: “La Santísima Eucaristía es el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En este admirable sacramento se manifiesta el amor «más grande», aquél que impulsa a «dar la vida por los propios amigos» (cf. Jn 15,13). En efecto, Jesús «los amó hasta el extremo» (Jn 13,1)” (Sacramentum caritatis, 1).
Antes de morir por nosotros en la cruz, Jesús lavó los pies a sus discípulos, servicio considerado entonces propio de esclavos; y lo hace el Maestro. En el sacramento eucarístico sigue amándonos «hasta el extremo» y ofreciéndonos su Cuerpo y su Sangre: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía» (1 Co 11,24).

2.- Este sacramento es digno de adoración. Felicito a todas las comunidades cristianas, que dedican unos tiempos a la adoración eucarística; y animo a todos a vivir y a promover la adoración eucarística. Ya sabéis que tenemos en el corazón de la ciudad de Málaga el templo del Cristo de la Salud dedicado a la adoración eucarística. Y que prácticamente todas las parroquias de la diócesis dedican cada semana algún tiempo especial a esta adoración.
Animo a las cofradías que tienen la dimensión eucarística, a las instituciones nacidas para la adoración del Santísimo Sacramento, nocturnas, diurnas y perpetuas, a mantener la adoración. Queridos seminaristas, la eucaristía y Cristo eucarístico debe ser el centro de vuestra vida.
    En la Eucaristía encontramos la fuente de toda la vida cristiana: la fuente del amor, la fuente del servicio, la adoración, la alabanza a Dios, la comunión con el Señor y la comunión entre los hermanos.
La Eucaristía es fuente de misericordia y de amor. Participar en ella implica ofrecer lo que uno tiene para compartirlo; y no solo lo que tenemos, sino también ofrecernos nosotros mismos. Cristo en la cruz y en el sacramento eucarístico no ofreció solo pan y vino, sino que se ofrece a sí mismo; y nos invita a ofrecer nuestras vidas.

3.- En el ciclo litúrgico del presente año nos acompaña el evangelio de Lucas, que nos ayuda a profundizar en el misterio eucarístico desde la propia perspectiva teológica y catequética, ofreciéndonos dos matices importantes: el anuncio del reino; y la sanación de quienes lo necesitaban: «Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación» (Lc 9,11).
Jesús ofrece los dones de su Palabra y de la salud: él anuncia y salva, predica y cura al mismo tiempo. Su ministerio es traer la salvación a una humanidad dañada por el pecado y postrada por el dolor. Al responder explícitamente a la necesidad de la gente, Jesús se pone al frente de todo un pueblo en calidad de “servidor”; y a esto nos invita hoy el Señor: ser servidores de los demás.
    El contexto de la multiplicación de los panes en el evangelista Lucas es el regreso de la misión de los discípulos, que salieron a predicar, a anunciar el Reino. Ante la preocupación de éstos, Jesús les invita a dar de comer a la gente que le sigue y que está escuchando sus enseñanzas (cf. Lc 9,12);

4.- Los discípulos alegan que solo tienen cinco panes y dos peces para tanta gente (cf. Lc 9,13). Cuántas veces, queridos hermanos, pensamos que no podemos ayudar a los más necesitados, porque disponemos de poco; y decimos que lo deben hacer los ricos, porque tienen mucho.
    Pero Jesús les pidió a los discípulos lo poco que tenían y lo bendijo para darlo a la gente (cf. Lc 9,16). Cuando Dios da, para todos hay: «Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos» (Lc 9,17). Jesús pide primero que ofrezcamos lo que tenemos; después Él lo transforma, lo multiplica, lo bendice y lo reparte; y hay para todos. ¡Cuánto tenemos que aprender de esta enseñanza del Señor y de los apóstoles!
    La iniciativa de Jesús pone en primer plano el servicio. Los discípulos acomodan a la gente, respondiendo a la necesidad de acogida y alojamiento; era ya tarde y no podían enviarles a sus casas sin alimento. Ellos, además, sirven la comida ya multiplicada, respondiendo a la necesidad de alimento. Cubren dos necesidades: acogida y alimento. El Señor nos anima a realizar este doble servicio. Como discípulos del Maestro debemos acoger a la gente, sobre todo a los más necesitados; y servirles en sus necesidades.

5.- La Iglesia que peregrina en España celebra hoy la Jornada de “Caritas” en el marco del Jubileo de la Misericordia. Recuerdo una vez más que “Caritas” somos todos los católicos; “Caritas” es la Iglesia católica. “Caritas” no es una simple “ONG”, o una asociación; no es algo que está fuera de la Iglesia, ni es distinto de la misma. Por eso “Caritas” está presente en todas las parroquias, como expresión del amor eucarístico de Jesús.
“Caritas” no tiene como finalidad resolver los problemas que podían resolver los gobiernos. El papa Benedicto nos decía: “No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” (Deus caritas est, 28).
Aunque los gobiernos resolvieran todos los problemas y necesidades de los ciudadanos, cosa difícil por no decir imposible dado los egoísmos existentes, seguiría siendo necesaria “Caritas”, es decir, el amor de los cristianos. Porque siempre habría gente necesitada de calor humano, de afecto, de cariño, de dedicación. No es suficiente cubrir las necesidades básicas; el ser humano necesita afecto, necesita sentirse amado, sentirse acogido.
El Señor nos anima hoy a todos y cada uno de nosotros a realizar estos gestos, como expresión del amor eucarístico de Jesús. A través de “Caritas” parroquial, diocesana, nacional, internacional, debemos seguir ofreciendo nuestra ayuda a los más necesitados. Podemos hacer muchas cosas que no se ven; y de las que el Señor al final de nuestra vida nos pedirá cuentas: si hemos acogido al hermano necesitado, si hemos dado hospedaje al peregrino, vestido al desnudo, visitado al enfermo o encarcelado (cf. 25, 35-36).

6.- La fiesta del “Corpus Christi” la celebramos este año en el marco del Jubileo de la Misericordia. Contemplar y adorar al Señor en el sacramento de la Eucaristía nos ayuda a crecer y avanzar en el camino de la misericordia. Este camino, recorrido por Jesús hasta el extremo, se hace presencia y memoria a través de este sacramento.
La Eucaristía es fuente de misericordia y de amor hacia los pobres. Recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entregados por nosotros, nos lleva a reconocer a Cristo en los más pobres (cf. Mt 25,40). Como dice San Juan Crisóstomo: “Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aun así, no te has hecho más misericordioso” (Homilia in 1 Co 27,4).
En toda la vida y actividad de Jesús subyace su amor misericordioso: se acerca a los que sufren, alivia su dolor, toca y cura a los leprosos, libera a los poseídos por el mal, rescata y reincorpora a los marginados y excluidos (cf Lc 4,16-21; Mc 1,41; Mt 8,1-4; 9,1-8. 18-26; Lc 10,34; 15, 20); contacta con todos los desposeídos de la sociedad, los que no tienen para vivir, los sin techo, los mendigos, los jornaleros sin trabajo, las viudas, las mujeres excluidas, lo niños, los más vulnerables. ¡Este es el ejemplo que Jesús nos da, queridos hermanos!

7.- Deseo terminar con una oración del papa Benedicto XVI:
“Quédate con nosotros, Señor, acompáñanos, aunque no siempre hayamos sabido reconocerte. Quédate con nosotros, porque en torno a nosotros se van haciendo más densas las sombras, y tú eres la Luz (…).
Quédate en nuestras familias, ilumínalas en sus dudas, sostenlas en sus dificultades, consuélalas en sus sufrimientos y en la fatiga de cada día, cuando en torno a ellas se acumulan sombras que amenazan su unidad y su naturaleza (…).
Quédate, Señor, con aquellos que en nuestras sociedades son más vulnerables; quédate con los pobres y humildes (…). Quédate, Señor, con nuestros niños y con nuestros jóvenes, que son la esperanza y la riqueza de nuestro continente, protégelos de tantas insidias que atentan contra su inocencia y contra sus legítimas esperanzas. ¡Oh buen Pastor, quédate con nuestros ancianos y con nuestros enfermos! ¡Fortalece a todos en su fe para que sean tus discípulos y misioneros!” (Benedicto XVI, Discurso a la V Conferencia general del episcopado latinoamericano y del Caribe, Santuario de Aparecida-Brasil 13.05.2007).
    ¡Que la Virgen Santísima nos acompañe en el camino de la vida y nos enseñe a acoger a los más necesitados, siendo misericordiosos como nuestro buen Padre-Dios!
    ¡Que Jesús sacramentado sea siempre el alimento de vida eterna, que nos da fuerza para afrontar los retos que la sociedad de hoy nos presenta! Amén.

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