Alguno de los mejores recuerdos de tus años en el Seminario.

–No pretendo que sea esto salsa rosa, pero lo mejor que he vivido estos años son las conversaciones de horas y horas (sobre la familia, desiertos vocacionales, cansancios, alegrías, vivencias profundas de fe…), con compañeros seminaristas, algunos de los cuales son hoy curas, otros no, y otros aún siguen en camino: siendo seminaristas aquí en Málaga o con los jesuitas… Pero siempre buenos amigos y hermanos en Cristo.

–¿Qué es lo que más te ha costado de estos años?

–Lo que más me dolió fue dejarlo todo (familia, amigos, universidad, comunidad MIES, "mi horario", "mi tiempo", "mis caprichos"…) para apostar por esta llamada de Cristo, que latía al son de mi corazón. Y en estos años de seminario, mi "calvario" han sido los estudios. Siempre parecía que me faltaba tiempo para dedicar a todas las asignaturas. No acababa con una cuando otro examen llamaba a mi puerta… ¡Ay, Señor, que no llego a final de curso!

–Con todo lo que se está publicando en estos días sobre los sacerdotes, ¿qué expectativas tienes ante la misión que se te ha encomendado?

–El mejor "antídoto anti-campañas" es ser buen testigo de Cristo entre los hombres. Cada día veo más clara en mi vida (por la experiencia que he tenido de buenos testigos: catequistas, curas, familias…) que un buen testigo quita muchos prejuicios sobre la Iglesia y su estructura visible, en la que siempre habrá alguno que saque los pies del tiesto. Así que intentaré ser un buen testigo en el día a día, en el tú a tú por los caminos del Señor.

–En unos días vivirás solo en una parroquia, ¿cómo se te dan las tareas prácticas del día a día?

–Tengo una "supermamá" que ya se encargó de enseñarme todas esas cosas desde chiquitito, excepto en lo de la comida. Pero cuando el hambre aprieta, y estás solo…salta la imaginación, y ¡zas! Un filetito con verdurita a la plancha. Y de postre, el famoso "mus de limón" de mi cura de pastoral de este año en Antequera (José Luis Pastor), que ya m