–¿Qué es lo que más te ha costado de estos años?

–El tener que acatar algunas decisiones pese a mi voluntad, pero al final me he alegrado porque ha sido un bien para mí.

–Con todo lo que se está publicando en estos días sobre los sacerdotes, ¿qué expectativas tienes ante la misión que se te ha encomendado?

–Como decía santa Teresa, "Nada te espante, nada te turbe, sólo Dios basta". Mis expectativas, al igual que las de cualquier otro sacerdote, nos las define muy bien la Carta a los Hebreos: hombres de Dios puestos al servicio del pueblo. Hay que querer mucho a la gente.

–En unos días vivirás solo en una parroquia, ¿cómo se te dan las tareas prácticas del día a día (la comida, la ropa, la limpieza, etc.)?

–La verdad es que se me dan estupendamente; y, como dicen mi madre y mi tía, "con agua caliente y Volvone se queda todo como los chorros del oro".