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Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora del Pilar (Málaga)

Visita Pastoral del Sr. Obispo a la parroquia Nuestra Señora del Pilar // R. MISAS
Publicado: 09/12/2021: 894

Homilía del Obispo de Málaga pronunciada en la Eucaristía durante la Visita Pastoral a la parroquia de Nuestra Señora del Pilar

VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA DE NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

(Málaga, 9 diciembre 2021)

Lecturas: Is 41, 13-20; Sal 144, 1.9-13; Mt 11, 11-15.

1.- La Providencia divina

En este tiempo de Adviento el Señor nos anima a ser realistas, a aceptar lo que somos: seres humanos limitados, criaturas; porque, a veces, se nos sube el humo a la cabeza y queremos suplantar al Señor y ponernos en su lugar.

El profeta Isaías, reflexionando sobre el pensamiento de Dios respecto a nosotros nos ha llamado “gusanitos”; nos ha llamado “orugas”; pero lo ha hecho con cariño. Dice el profeta: «Porque yo, el Señor, tu Dios, te tomo por tu diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio» (Is 41, 13). Dios nos toma como niños pequeños cogidos de la mano de sus padres; de esta forma caminamos seguros, pero también sabiendo que necesitamos ayuda.

Esta es una primera actitud de Adviento: ser realista, saber que necesitamos la ayuda de Dios y que no somos autosuficientes para todo. El Señor nos da una cierta autonomía, nos da dotes, inteligencia, pero seguimos dependiendo de Dios en nuestro destino más importante, en el transcendente.

La metáfora del gusanillo referida al pueblo de Israel (cf. Is 41, 14) nos debe llevar a una actitud de confianza ante el Señor que nos cuida, nos salva, nos redime, nos perdona y, al final, transforma nuestra vida.

Isaías presenta otra comparación: la búsqueda de agua por parte de los sedientos. Y el Señor les ofrece ríos de agua en cumbres, valles, desiertos y marismas (cf. Is 41, 17-18). Eso quiere hacer el Señor con cada uno de nosotros.

Nuestro desierto de pecado, de aislamiento, de lejanía de Dios y nuestra sed de Dios hay que saciarla. El Señor quiere transformar nuestro desierto en un jardín. Tenemos que permitirle que lo haga, porque a veces nos oponemos a la acción de Dios en nosotros; y, a veces, es porque nos creemos, como decía, autosuficientes, no necesitamos a Dios. Nuestra sociedad vive como si no necesitara a Dios, creyendo ser un vergel, pero no tiene nada de vergel.

La presencia del cristiano en nuestra sociedad es necesaria, no solo importante, sino también necesaria, porque colabora a que el desierto de nuestra alma y de nuestra sociedad se transforme en vergel.

2.- Misión encomendada

Tenemos hoy una misión recibida por el Señor. Somos conscientes de que somos pobres criaturas y, ante Dios, somos como gusanitos y como un desierto, pero que el Señor nos transforma y nos envía a una misión.

El profeta Isaías nos dice también a nosotros, al igual que al antiguo pueblo de Israel: «Mira, te convierto en trillo nuevo, aguzado, de doble filo: trillarás los montes hasta molerlos; reducirás a paja las colinas» (Is 41, 15).

¿Estáis dispuestos a ser trillos de doble filo, que tritura por donde pasa? Porque el Señor quiere allanar los terrones, las montañas, los montes escabrosos o escarpados y, para eso, nos envía como instrumentos suyos. No lo hacemos solos, ni solo nosotros; lo hace el Señor por medio nuestro. No tengamos miedo.

Después de reducir las colinas a paja, –pensad que colinas y montes en nuestra sociedad son muchas cosas: leyes que van en contra del ser humano, alejadas de Dios, ataques a los cristianos y a la Iglesia, y muchas más cosas–. Tras reducir esas colinas, dice el profeta: «los aventarás y el viento se los llevará, el vendaval los dispersará. Pero tú te alegrarás en el Señor, te gloriarás en el Santo de Israel» (Is 41, 16).

El Señor nos envía a una misión: allanar el camino para que Él venga. Estamos en Adviento y hemos de allanar montañas, rellenar baches para que el Señor venga de manera suave y penetre en nuestros corazones. Esas montañas y esos valles son también, dentro de nosotros, nuestro egoísmo, nuestro orgullo, nuestro pecado que impide que el Señor venga y se acerque.

3.- Alabanza por la misericordia del Señor

Por todo eso damos gracias a Dios, como hemos dicho en el Salmo: «El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles. Que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas» (Sal 144, 9-11).

Podemos estar contentos por lo que el Señor hace en nosotros y a través de nosotros.

4.- La figura de Juan Bautista

La Visita pastoral quiere animaros a vivir lo que la Palabra de Dios nos ha dicho hoy: ser instrumentos del Señor, ser voceros de su Palabra, transformar el desierto en vergel.

Juan Bautista es la voz del desierto, la voz que grita y habla en el desierto y que expone la Palabra que es Cristo. Juan proclama la Palabra en el desierto, no en la ciudad; pero nuestras ciudades están hoy convertidas en desiertos. Por tanto, nuestra voz, como la de Juan, ha de ser en el desierto.

El evangelista Mateo realza hoy el espíritu y la figura de Juan: «En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él» (Mt 11, 11).

5.- Seguir el ejemplo de Juan el Bautista

Otra tarea que el Señor nos confía: seguir el ejemplo de Juan y ser voz para que el Verbo se encarne en nuestros corazones, en la Iglesia, en nuestras familias y en la sociedad. Ser voz que predica la Palabra y hace presente a Cristo en este mundo, porque nuestro mundo está muy necesitado de Dios.

Todos estamos necesitados de Dios, el mundo y nosotros. Sucede como aquel que se despide de otro diciendo: «Bueno, vaya usted con Dios»; y el otro le responde: «Quédese usted también con él que más falta le hace». Nos hace falta Dios a todos y todos estamos llamados a acogerlo.

Vamos a pedir a Juan Bautista y a la Virgen, figuras centrales del Adviento, puesto que María acogió la Palabra y Juan la predicó con su voz y con su testimonio, que nos ayuden a ser fieles a la misión que nos ha confiado el Señor, que nos ayuden a vivir la cercanía y la presencia de Dios en nuestra vida y a ponerlo en nuestra sociedad. Se lo pedimos de un modo especial a ambos. Que así sea.

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