NoticiaEntrevistas #10de10 «Hemos estado sostenidas por el Señor» Publicado: 05/06/2020: 43415 El Monasterio de San José, de las Carmelitas Descalzas de Málaga, nos abre sus puertas y su comunidad de religiosas nos explica cómo han convivido con el Covid-19, pues seis de sus diez hermanas enfermaron. Ha sido el único monasterio de clausura de la diócesis al que ha entrado el coronavirus. «Ver que hermanas muy mayores se habían recuperado ha servido de esperanza a otros enfermos» Mª Rosa de la Purificación, María de la Natividad, Elisa del Espíritu Santo, Teresa del Niño Jesús, Mª Jesús de la Trinidad, Mª Nieves de San Juan de la Cruz, Belén de San José, María de Jesús, Edith del Carmen y Elizabeth de la Trinidad nos reciben en el Monasterio de San José, en Málaga. Aquí pueden escuchar la entrevista emitida en Cope Málaga El virus se coló en los muros del Monasterio, ¿cómo fue la experiencia de saber que estaba dentro? Mª Nieves. De sorpresa. No me esperaba que pasara por la casa. Teresa. Cuando nos dimos cuenta de que había entrado en la casa pensé que somos uno más con toda la gente, que no hay excepción alguna. Elizabeth. Sorpresa y mucho miedo. Pensábamos que todo se acababa. Belén, la superiora. Mi primera impresión fue de miedo. Lo que todo el mundo nos aconsejaba era que tuviésemos mucho cuidado porque, como entrara en la comunidad íbamos a caer una tras otra y eso iba a ser horroroso. Cuando vi que entraba y cada día caíamos una, pensé, ya está aquí y será horroroso. Al principio sentí miedo y desconcierto. Natividad. Para mí, la experiencia ha sido de afianzarme más en la vida contemplativa y espiritual y en la fe, que ha sido la que me ha sacado de donde hemos estado metidas. ¡Tantas personas que estaban sufriendo! Yo ya he podido hacer poco, porque me he quedado casi ciega, pero tengo conciencia de haber estado muy cerca del Señor y lo he sentido muy cerca. Yo no he estado contagiada, pero he pedido mucho al Señor para que las enfermas tuvieran fuerza. Ha sido una experiencia para afianzarme más en nuestra vida. ¿Cuántas hermanas formáis la comunidad? Cada una supongo que ha vivido ese tiempo de enfermedad de forma distinta. Belén. La comunidad actual la formamos diez hermanas, seis nos hemos contagiado y cuatro no pero, de una forma o de otra, ha afectado a la comunidad entera, como ha ocurrido en las familias, que lo han sufrido por el aislamiento de la persona enferma, el cambio del ritmo de vida… Nosotras lo hemos sufrido cada una de una forma distinta, pero lo hemos vivido todas, lo mejor que hemos sabido. La Hermana María de Jesús tuvo que ser hospitalizada, ¿cómo ha sido su experiencia en el hospital, lejos de su comunidad, con la que lleva compartiendo la vida tantos años? María. Ha sido muy duro. Sentía que estaba aislada, pero no me sentí sola, tenía mucha gente preocupada por mí, y estaba sostenida por el Señor. Por un lado, en mi cabeza me sentía con fuerza, y cuando me llevaban la Comunión, era el mejor momento del día; por otro lado, estaba mi cuerpo enfermo, que solo quería no tener dolor. Era una experiencia como en dos niveles. En el hospital me trataron muy bien, el personal no daba abasto a tanta tarea. Y la experiencia con la compañera de habitación fue impresionante. No podíamos acercarnos físicamente, pero vivías y sentías la preocupación de la otra. A una de mis compañeras le dieron por teléfono la noticia de que acababa de fallecer un familiar muy cercano, por el Covid-19 y ese momento es como si me hubieran dado la noticia a mí, sentía su sufrimiento como mío. En los días de hospital tuve claro que podía morir, a lo que no tenía miedo, pero sí le pedía al Señor que no muriera sola, pues es muy duro estar sola y morir sola. No tenía fuerzas para hacer oraciones largas, pero me acompañaban todo el día pequeñas jaculatorias a Jesús, María y José, ellos me sostenían, además de las llamadas de la hermana Belén, para mí eran muy importantes, aunque ella no me contaba lo que estaba pasando en la comunidad y cómo estaban casi todas enfermas. No sabía si iba a salir del hospital y sentí que el corazón se me ablandaba. Empecé a querer a los demás mucho más y a sentir lo que sentían ellos y todavía sigo pensando en los que están sufriendo. Mi vida ha cambiado, no soy la misma que antes del virus, desde luego. ¿Os habéis sentido abandonadas por Dios o por la gente? Mª Jesús. No, en ningún momento. Acompañadas por Dios de una manera muy especial y muy fuerte, tanto que yo no sé si sentí miedo o no, creo que no llegué a sentir miedo; y la gente comenzó a llamar por teléfono y a preocuparse por nosotras, en todos los sentidos. Ha sido una experiencia de vivir el momento y en las manos de Dios. Vuestra vida es de clausura, que no de encierro. ¿Ha sido duro el confinamiento? M.ª Jesús. Yo no me he sentido encerrada. Aunque es cierto que se sentía el ambiente de fuera extraño, yo diría que era un ambiente sepulcral. Teresa. Me sentía más dentro de la comunidad, de una manera diferente, porque tenía también la oportunidad de experimentar lo que es tener débil el cuerpo y, al mismo tiempo, prestar un servicio allí donde la comunidad lo iba a necesitar más. Y también el vivir los sentimientos de las personas de fuera. Esa experiencia ha sido muy bonita. Por eso, a mí no me ha encogido el miedo en ningún momento, desde el principio no sentí miedo. Hermanas, ¿qué destacarían ustedes, en positivo, de esta pandemia? M.ª Jesús. Relativizar muchísimas cosas que nos parecen importantes y ha resultado que no lo son tanto. Ante algo así, nos damos cuenta de que es Dios el que puede sanar y el que puede sostener. Belén. Para mí lo más positivo ha sido la experiencia de comunión dentro de la comunidad. Cada una se ha ido preocupando y ocupando de lo que podía ayudar a las demás. Nos hemos ido olvidando de cada una de nosotras en favor de las demás. Las que podían trabajar, trabajando hasta el extremo y estirando las horas; las que se encontraban más limitadas, dando la menor tarea posible… la verdad es que ha sido una experiencia de comunión dentro de la comunidad y hacia fuera, también con toda la gente. Ha habido tantísimas personas que no conocíamos y se han interesado por nosotras, muchos vecinos que han llamado a nuestra puerta para ofrecerse a ayudarnos, decir que iban a la compra y que si nos acercaban algo, gente que se ha preocupado de mil maneras, ha sido una experiencia en ese sentido muy fuerte. Es curioso, también ha habido mucha gente que se ha acercado a preguntar por los síntomas y cómo lo habíamos vivido y se animaban al ver que hermanas muy mayores lo habían pasado y se habían recuperado muy bien. Nuestra experiencia les ha servido de esperanza, ánimo y ayuda. Y, por otro lado, la cantidad de gente que ha llamado pidiendo que rezáramos por el fin de la pandemia. Nos hemos sentido parte de un todo más grande, esa experiencia de comunión ha sido muy buena. María. Otra experiencia muy bonita fue la de las cartas que recibíamos los enfermos en el hospital, que hacían mucha compañía. Era tan bonito lo que te decían. Las monjas de clausura somos como los demás, sentimos lo mismo. Quizás el virus entró para mostrarnos que somos uno con todo el mundo. Este domingo celebramos la Jornada Pro Orantibus, el día de la vida contemplativa, que tiene como lema “María en el corazón de la Iglesia”. Belén. Este año la Jornada, como todo lo que estamos viviendo, va a estar marcada por la pandemia, por esta vivencia tan rara, novedosa y fuerte que nos ha tocado vivir. Creo que el lema de este año, de alguna forma, tiene mucha actualidad, pues ha sido precisamente en el corazón de la Iglesia y en el corazón de la humanidad que sufre, que se ha visto débil, asustada, desconcertada, insegura… ahí, en ese corazón, es donde la vida contemplativa se sitúa, en ese corazón que no se ve, pero que late siempre, que da fuerza y que comparte su esperanza y su luz con quien se acerca, como hace María. Nosotras nos hemos sentido unidas a ella, como siempre, como en cada momento. La Virgen de esta situación que hemos vivido yo creo que no solo ha sido la Virgen al pie de la cruz, ha sido, sobre todo y muy fuertemente, la Virgen que ora con los discípulos porque del corazón de toda la Iglesia ha salido una oración profunda y ferviente. Ahí creo que nos encontramos en Ella y con Ella. Quisiera destacar dos palabras: comunión y gratitud, esa es nuestra acción de gracias: sentirnos y sabernos en comunión con toda la humanidad, y la gratitud a tantas personas que nos han ayudado y han estado cerca de nosotras. Y quiero dedicar una palabra especial a los curas de nuestra diócesis que han estado en los hospitales ayudando y atendiendo a todos los enfermos. Han sido valientes y han hecho un servicio impagable, de forma anónima. ¡Gracias a todos!