Noticia En la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz Publicado: 14/09/2019: 3064 Hoy la liturgia cristiana católica centra su mirada en la Santa Cruz. La cruz era uno de los peores suplicios de los muchos que ha ideado la humanidad en su historia. De hecho, tardaron tiempo los cristianos en representar a Cristo clavado en la cruz porque realmente era escandaloso. Fue en la puerta de Santa Sabina, en Roma, Iglesia paleocristiana de la primera mitad del siglo V y ubicada en la colina romana del Aventino, cuando por primera vez la piedad y el arte se juntaron y plasmaron el más duro de los martirios y el que tuvo mayor eficacia redentora. El reo, en este caso Jesús de Nazaret, había de terminar en lenta y desgarradora agonía. Bien conocían los ocupantes romanos todos los extremos; tanto que recurrieron a los azotes para ver si podían cerrar el expediente de aquel caso nada claro, ante la insistencia feroz del odio de sus vecinos y dirigentes político religiosos. El papel decía que era el rey del país; pero él tenía solo una fea corona de espinas y su rostro estaba maquillado por sangre fresca y seca; su cuerpo desvestido estaba plagado de señales de azotes con la carne abierta. Él quiso hacerse «obediente hasta la muerte y muerte de cruz» para ayudar al hombre y a la mujer, con su ejemplo, a ser fieles a Dios. Y le rescataba. Y pagaba la deuda. Y amaba infinito sin pérdida de dolor. Enseñó con la entrega de su voluntad propia para que en adelante uno aprenda a no querer algo distinto de lo que quiere Dios, porque el querer divino, se entienda o no se entienda, por ser divino, siempre es lo mejor.