NoticiaBlanco sobre Negro Luis Alberto Quijada Ríos: «Jesucristo es mi fuerza y mi paz» Luis Alberto Quijada, sacerdote diocesano Publicado: 16/10/2019: 20360 Entrevista al sacerdote Luis Alberto Quijada Ríos, nacido en Hermosillo, Sonora (México) en 1973 y ordenado en 2006 en Málaga. ¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida? Creo que amar, porque el amor también debe pensarse y mucho; porque no es sólo instinto, no es sólo un sentimiento ni una sola acción sin más. Porque no se puede amar de cualquier modo. Porque amar supone aceptación, respeto, tolerancia, diálogo, sacrificio, perdón… y todo eso uno debe pensarlo muy bien, decidirlo bien, elegirlo bien, hacerlo bien. ¿A vivir se aprende? Sí, porque para nosotros, el camino de la vida es Cristo y solamente aprendemos a vivir de verdad junto a Él, mejor dicho, siguiéndolo. ¿Y a ser sacerdote? Lo mismo para el sacerdocio, se aprende siguiendo al Señor, intentando de corazón imitar su ejemplo, si no, caemos en ritos vacíos. ¿Crees que sabes vivir? Más bien de la vida hay que aprender, de tanta gente y culturas; pero sobre todo de la Biblia, que es para el creyente la mejor sabiduría de la vida. ¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste? Crisis vital no, pero una fuerte experiencia dolorosa sí: la muerte de mi hermano de 22 años. Yo tenía 14 años. Fue una dura pérdida en la que sentí que Dios no nos dejó. Él fue nuestra fuerza y consuelo. Después comprendí que mi hermano nos acompaña desde el cielo. ¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga? Gran aportación ninguna, sólo soy un colaborador más en la evangelización conjunta que nos toca hacer. ¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy? Pienso que es el mismo que el de todas y el de todos los tiempos: la fidelidad al Señor y a su Palabra; el permanecer firmes en la fe y unidos a Él. ¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar? El mío propio, pero eso sólo debe saberlo Dios y mi confesor. ¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada? De mi sacerdocio, atender bien a las personas, pero hay algunas a las que no les gusta lo que la Iglesia puede ofrecerles y se van con enfado; intentas hacerles entender y no hay manera; cuando así sucede, no me preocupa. ¿Quién es Jesucristo para ti? Se lo digo a Él muchas veces después de comulgarle: es mi fuerza y mi paz, mi fortaleza, mi consuelo, mi descanso, mi equilibrio, mi Señor. ¿Quién dice la gente que eres tú? No lo pregunto y es mejor no saberlo. ¿Te gusta complicarte la vida? ¿Complicarse? ¿Para qué? La misma vida trae sus complicaciones, pero el Señor nos invita ir a Él a “todos los cansados y agobiados” para recibir su descanso; más aún, nos dice “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis vuestro descanso”. El Señor nos quiere en paz. ¿Cómo te gustaría morir? En paz, sintiendo que el Señor me recibe del otro lado y me abre la puerta de la vida junto a Él. ¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura? Que escuche a Dios, sobre todo en el Evangelio. Y que hable mucho con Él. ¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal? No le preguntaría nada, le diría adelante, es un gran camino, pero vamos con Cristo. ¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices? Seguramente sí, aunque como también convivimos con el dolor; sin embargo, Dios no nos quiere tristes ni malos. Pero la felicidad plena, sólo la del cielo. ¿Qué te preguntas? Más bien me cuestiona la indiferencia de algunos, la incomunicación, la cerrazón, una especie de ensimismamiento libremente vivido. ¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos? (Ríe) Espero que con más experiencia y sabiduría. ¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote? El enfrentarme a la increencia o a una mala fe, sin vivencia interior de quienes se dicen creyentes. ¿Dónde encuentras la felicidad? En el amor de la gente, en el compartir sincero. La gente más feliz que he visto ha sido en mi ciudad natal, en Hermosillo, México; en los barrios más pobres. ¿Rezas para tener éxito? Para nada. Rezo para saber tener fuerza y paz y para saber servir bien. ¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué? Me preocupa la superficialidad de alguna gente y su soberbia. Me preocupan la facilidad con que los jóvenes pueden adquirir alcohol y drogas, con el consiguiente daño que éstos generan para quien los consume y los problemas sociales que pueden desencadenar. ¿Eres un sacerdote dócil? Creo que sí, pero todos tenemos un punto de lo contrario. ¿Qué es para ti el tiempo? Un bien eterno, que aquí vivimos con prisa y sin disfrutarlo. ¿De qué te arrepientes o tienes remordimientos? De mis pecados sí me arrepiento, pero no tengo remordimientos. ¿Cuál es tu viaje favorito? A mi tierra para ver a mi familia y el desierto, donde me crié. También el viaje a Tierra Santa, es como volver al origen o ir a la fuente. Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo? No, nunca me he sentido solo, aún viviendo solo. Y nunca estamos solos, Dios nos acompaña siempre. ¿Un olor que recuerdes? El de mi abuela, con quien tuve una relación especial. Ella quiso que fuera sacerdote, pero yo le respondía que sí como un juego de niño. Quizás se olía algo. Ahora percibo su olor en el cielo. ¿Un perfume que te cautive? Los de la naturaleza, el de la tierra mojada por la lluvia. Los perfumes artificiales me marean. ¿Tu flor favorita? Las de los sahuaros (cactus) del desierto de mi tierra, son flores delicadas a pesar de vivir entre las espinas, y son de colores vivos. ¿La palabra más hermosa del diccionario? Comunión. ¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero? Que Dios descienda en el pan y en el vino, a través de mis pobres manos. Y ser instrumento de la misericordia de Dios en la confesión o la unción de los enfermos. A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote? Si Dios insiste en llamarme, sí. Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías? Que es verdad, no tiene ninguna gracia comparado con el cielo que nos espera al final de esta vida. No le juzgo, quizás sufrió mucho al final de su vida, pero sea como sea, haber existido aquí nos da la gran oportunidad de ir al cielo.