Noticia Diario de una adicta (XXXVII). Un camello por amor Publicado: 09/12/2016: 2681 ¡Qué tarde-noche pasé! ¡Convertí a mi hermano en un camello! Estaba manipulando a mi familia que era lo único que me quedaba. ¿Tan bajo estoy cayendo? ¿Hasta dónde llegaré? Me juré, con toda la furia que era capaz, que esto lo iba a arreglar en el tiempo estipulado y que antes de fracasar haría cualquier cosa. El remordimiento hizo germinar en mí un germen de odio hacia la droga y todo lo que le rodeaba; mi enemigo se iba perfilando poco a poco. Su consumo era, de todas maneras, más ritual que necesario; realmente apenas experimentaba sensaciones agradables El problema se encontraba en que, al mirarme hacia dentro, no encontraba casi nada. Sólo me empezaba a agarrar con fuerza a las relaciones que empezaban a fraguar con mis padres y hermano, pero el miedo y la falta de seguridad me empujaban a una sustancia que todavía me tenía esclavizada, aunque fuera con lazos muy débiles, o así lo creía yo. El miedo a abandonarla y no encontrar alternativa superaba todavía a mi voluntad. Una variante del síndrome de Estocolmo era el precio que estaba pagando. Después de algunas semanas, había días que me sumergía de manera espontánea y casi sin ser consciente de ello en una negrura mental como la que sufría cuando decidí relatar mi historia. Actualmente rodeada de cariño, valorada y reconocida como persona, animada y consultada, empiezo a tirar de las riendas de mi vida y, excepto el pavor a salir a la calle y los momentos en que lo vivido se hace dueño de mi persona, mi entusiasmo por alcanzar armonía interna y externa, me ayuda a ir descubriendo muchos de mis recursos personales. Retomé la lectura de los clásicos, recuperé los apuntes de la escuela de arte y conseguí, a través de mi hermano, un libro sobre drogodependencia para conocer a mi enemigo, y fue la lectura motivada de éste último lo que me hizo cambiar los esquemas: la droga no es culpable de nada. Es una sustancia química. Depende de su utilización, para convertirse en remedio o veneno. Todas las drogas tienen sus indicaciones terapéuticas, y es su uso, inadecuado y fuera de control, el que las convierte en un elemento que provocará una alteración en el organismo donde actúa: es evidente que entonces el problema se encuentra en la persona y es en ella donde debemos poner el escenario adecuado para intentar solucionarlo. Ponía el ejemplo de un borracho que estaba debajo de la farola dando vueltas alrededor. Pasó por allí un amigo que le preguntó qué estaba haciendo. Estoy intentando encontrar la llave de mi casa, le respondió. Pero ¿la has perdido aquí? No, se me cayó en ese callejón oscuro que se encuentra ahí enfrente pero como no hay ninguna luz me he venido a buscarla aquí.