NoticiaColaboración El hombre: Espíritu localizado Publicado: 14/11/2023: 5147 Artículo Artículo del Doctor José Rosado, médico especializado en adicciones. En medio de un mundo que cada vez más, se obstina en creer solamente en lo que se puede ver, medir y tocar, en lo que es eficaz y surte efectos inmediatos y se puede verificar racionalmente, las dimensiones profundas de la vida parecen diluirse y reducirse a su más superficial o simplemente teórica expresión. Con este materialismo científico, todo lo que no se puede ver ni tocar, pertenece a la esfera de lo metafísico. Solo se considera científico, lo que se pueda reconocer o deducir de causas materiales. Así se ha divinizado el progreso material y proyectado hacia el exterior las llaves de nuestra felicidad y de nuestra posible realización. Vivimos cada vez más en la aventura de la epidermis, seres superficiales, hombres y mujeres que vamos por la vida a golpes de imprevistos. Pero la represión sistemática de la dimensión profunda del hombre, en la que se encuentra su verdadera realidad y la que le ofrece razón de ser y existir, provoca que la persona pierda el sentido y significado de su vida. En esta dinámica, un acontecimiento traumático o una enfermedad grave. le hace enfrentarse a la limitación de su existencia y toma conciencia de su caducidad biológica que ni acepta ni comprende. Es una situación de oscuridad y tinieblas. Solo se le presenta la nada, la desaparición, y una angustia visceral se adueña de su ser. La existencia se desvanece y la persona marcha como autómata hacia el Olvido. Nadie puede soportar una vida sin sentido, y por eso, en un momento de desesperación, rebeldía y protesta, y pidiendo auxilio a la esperanza que aún le queda, inicia un proceso forzado de introspección, y se sorprende porque le llegan desde su hondón, fuertes añoranzas de inmortalidades y eternidades, comunes al género humano… y nadie añora algo que no conoce o no ha experimentado. Y es que, aunque el hombre “fue hecho de la nada” no proviene de la nada o de nadie, sino que es creado por Aquel que ES. En cuanto creador del hombre, Dios está en el hombre, y es precisamente esa huella o imagen la que le mueve desear la felicidad y también la que le inspira la conciencia de su propia inmortalidad. Así es en efecto, “yo no seria, no existiría en absoluto, si Tú no estuvieras en mi”. Pero esta huella nunca puede ser aniquilada ni anulada en sí misma; brilla y resplandece, ilumina y arde, y se inclina sin cesar hacia Dios. Y es la que tira hacia dentro e impulsa constantemente al hombre, a escudriñar la causa de su existencia y la finalidad de la de su vida. “Y es que la naturaleza humana, creada en Gracia, es impulso vital hacia Dios, que nos hace partícipe de su Divinidad. Es un tiempo de gracia, en la que se hace presente la “propedéutica Divina” en razón de la voluntad divina de beneplácito para que, marcando el escenario y las condiciones necesarias y suficiente, podamos informar a esa persona de las creencias y verdades de nuestra fe, y pueda descubrir su filiación divina, porque la vida no deja de ser una fugaz aventura humana de un ser espiritual. Catecismo de la Iglesia católica El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios: y Dios no cesa de atraer hombre hacia sí, y solo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar. - La imagen divina está presente en todo hombre. Resplandece en la comunión de las personas a semejanza de la unión de las personas divina entre sí. - Dotada de un alma espiritual e inmortal, la persona humana es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma. Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna. - La persona humana participa de la luz y la fuerza del Espíritu divino. Por la razón es capaz de comprender el orden de las cosas establecidas por el Creador. Por su voluntad es capaz de dirigirse por sí misma a su bien verdadero. Encuentra su perfección en la búsqueda y el amor de la verdad y el bien. - En virtud de su alma y de sus potencias espirituales de entendimiento y voluntad, el hombre está dotado de libertad, “signo eminente de la imagen divina”. - Mediante la razón, el hombre conoce la voz de Dios que le impulsa a hacer el bien y evitar el mal. Todo hombre ha de seguir esta ley que resuena en la conciencia y que se realiza en el amor de Dios y del prójimo. - El hombre es “capaz” de Dios.