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Bodas de Plata matrimoniales de Manuel Gordillo (iglesia de los Jesuitas-Málaga)

Publicado: 28/12/2016: 4630

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las Bodas de Plata matrimoniales de D. Manuel Gordillo y esposa, celebrada en la iglesia de los jesuitas de Málaga, el 28 de diciembre de 2016.

BODAS DE PLATA MATRIMONIALES
DE MANUEL GORDILLO 
(Iglesia de los Jesuitas-Málaga, 28 diciembre 2016)

Lecturas: 1 Jn 1,5-2,2; Sal 123,2-8; Mt 2,13-18.

1.- Iluminados por la luz de Cristo
El evangelista Juan, en su primera carta, nos anuncia el mensaje escuchado del propio Jesús: «Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). 
Todo el tiempo de Adviento ha estado marcado por la contraposición entre luz y tinieblas: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló» (Is 9,1). 
Jesucristo es el sol que viene de lo alto, para iluminar nuestra ceguera e ignorancia y guiar nuestros pasos por caminos de paz (cf. Lc 1,78-79). Caminar a su luz nos trae alegría, consuelo y acierto en la dirección. Queridos Manuel y Belén, habéis caminado a la luz de Cristo, desde que recibisteis esa luz, la luz de la fe, del amor y de la esperanza en vuestro bautismo. 
Y hace veinticinco años os unisteis en santo matrimonio ante Dios y quisisteis llevar una vida conyugal unidos al Señor. Él os ha guiado en estos años, iluminando vuestra vida y llevándoos por su camino. No es fácil vivir hoy iluminados por la luz de Cristo en el camino que Él desea. No porque no sea fácil el seguirle sino porque tenemos muchos reclamos desde la sociedad.
Hoy es día de acción de gracias a Dios por su amor hacia vosotros y por su providencia divina en vuestra vida. Y también por el amor mutuo que os tenéis, que os manifestáis y que es reflejo del amor de Dios. El amor es eterno y esa eternidad se expresa en la alianza que no tiene inicio, ni principio ni fin. Después renovaréis las promesas matrimoniales con el gesto de daros ese anillo como señal de entrega de amor eterno. No puede, por tanto, acabarse el amor; si acaba no era verdadero amor.
Nos unimos a vuestra acción de gracias, pidiendo al Señor que siga guiando vuestros pasos e iluminando vuestra vida con su Luz. ¡No hagáis caso de otras pequeñas luces, que pueden atraer vuestra atención, pero no iluminan, sino que despistan, nos sacan fuera de la pista! Son reclamos que la sociedad actual os pone delante para desviaros del buen camino. ¡No vayáis detrás de las modas, que alejan de la verdadera Luz! Es una tentación en la que no conviene caer en ella.

2.- Testigos del amor de Dios
Con el sacramento del matrimonio fuisteis hechos testigos del amor de Cristo a su Iglesia. Hoy damos gracias a Dios por vuestros veinticinco años de matrimonio. 
En medio de la confusión de ideologías contrarias a la fe cristiana, Jesús es el único camino por donde andar acertadamente. Con el Salmo 123 hemos dicho que “hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa” del cazador. Existen muchas trampas en la sociedad actual, que pretenden atrapar a los esposos en sus redes: la tentación de la separación a la menor dificultad, el divorcio fácil, la falsa libertad esgrimida, la actitud del poco esfuerzo, el no mantener el amor por el otro, la fragilidad de las relaciones. Hay que estar atentos a todas esas trampas, para no caer en ellas. Pedimos por vosotros para que no caigáis en las trampas que la sociedad nos tiende.
San José y la Virgen María tuvieron que afrontar muchas dificultades. Una de ellas fue la persecución del rey Herodes, como nos narra el Evangelio de hoy: «El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mt 2,13).

3.- Vivir en comunión
San Juan insiste en la vida de comunión: «Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad» (1 Jn 1,6). 
El matrimonio es el sacramento que expresa el amor de Cristo por su Iglesia. La ama tanto que se entrega totalmente a ella, formando plena comunión con ella. Ese es el modelo en vuestro matrimonio, que debe fundamentarse en la comunión de corazones. Comunión entre ambos: esposo y esposa, y comunión de ambos con Dios. Unidos y entregados mutuamente el uno al otro, expresáis el amor de Jesucristo por su Iglesia. Es ésta una imagen bellísima. 
 No es fácil vivir las exigencias de la vida matrimonial, cuando uno debe renunciar a sí mismo, a sus gustos, a sus deseos y proyectos, por entregarse al otro y buscar la felicidad del cónyuge. Tenéis experiencia de ello en la escuela de estos veinticinco años, que lleváis viviendo juntos y formando una familia.
¡Manteneos firmes en el amor de Dios y permaneced en comunión con Cristo y entre vosotros!

4.- Saber perdonarse 
Aceptar los propios fallos y debilidades es bueno y ayuda a crecer y a madurar. San Juan nos dice que no hay que engañarse: «Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros» (1 Jn 1,8). ¡Cuántas veces nos queremos engañar intentando disimular que hemos pecado! Disfrazamos con razones nuestras faltas, pero es mejor aceptar la verdad y reconocer que nos hemos portado mal con Dios y con el hermano. 
Es cierto que muchas veces no hemos hecho lo que proporciona felicidad al otro. Pedir perdón y saber perdonarse es la manera de crecer juntos en el amor.
Dios está siempre dispuesto a perdonarnos; y el perdón es propio de Dios. Nos asemejamos más a él cuando perdonamos y olvidamos las ofensas, sin guardar rencor o esperar a jugársela al otro cuando llegue la ocasión.
Gran diferencia: cuando Dios perdona, borra y olvida; cuando nosotros decimos que perdonamos no lo hacemos realmente, porque no olvidamos y no borramos. Perdonar implica borrar. No acordarse de las faltas, ni de los pecados, ni de los egoísmos del hermano. Ese es el perdón de Dios.
Mucho hay que trabajar en las relaciones personales, en especial en las relaciones tan íntimas como son las del matrimonio y la familia.

5.- Navidad, misterio de amor
La Navidad nos invita a aceptar a Jesús, hecho Hombre por nosotros. Es un misterio de amor, que debe ser acogido, contemplado y agradecido.
Cada persona es también un misterio, a imagen y semejanza de Dios. La persona necesita ser acogida y amada como misterio de amor. Otro campo de trabajo: ¿sabemos acoger al otro como misterio de amor que debo acoger, contemplar, querer o lo acojo simplemente como un instrumento en mis manos, como un objeto de mi egoísmo? El modelo lo tenemos muy claro.
Pedimos a la Santísima Virgen María que proteja con su maternal solicitud a nuestros hermanos queridos, Manuel y Belén, a sus hijos, a su familia más amplia, y que nos bendiga a todos nosotros también para que se entreguen y reciban mutuamente como misterio de amor. Que así sea.


 

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