NoticiaCuaresma El sacramento de la reconciliación a ambos lados de la celosía Publicado: 04/03/2015: 17163 Viven el sacramento de la confesión desde las dos caras del confesonario, lo que les proporciona una especial perspectiva. Nos acercamos a la actualidad de este rito con la ayuda del canónigo penitenciario de la Catedral, un párroco diocesano, un religioso carmelita descalzo y un sacerdote perteneciente a la prelatura del Opus Dei «Nos confesamos porque nos sentimos pecadores» Para el superior de la comunidad de carmelitas descalzos de la parroquia de Stella Maris, el P. Eugenio Mas, los sacerdotes se confiesan igual que cualquier cristiano «porque somos y nos sentimos pecadores». Desde la experiencia que le da su parroquia, la que más confesores tiene a disposición de los fieles a lo largo de todo el día, el sacramento goza de muy buena salud: «Compruebo a diario cómo la gente de Málaga y de los pueblos acude continuamente a recibirlo», afirma. Desde su punto de vista, la mayoría de los penitentes no tiene la conciencia bien formada y hay que ayudarles. «Pero –añade– a muchos otros es una alegría poder escucharlos por la compunción y el propósito de enmienda que demuestran tener». «Dios me da la oportunidad de volver a empezar» Josemaría Sanchis es sacerdote del Opus Dei y juez diocesano. Manifiesta acudir al sacramento «porque tengo necesidad de la misericordia de Dios. Dios me da la oportunidad de volver a empezar, perdonando mis pecados». Con respecto al pudor de tener que decir los pecados a otro sacerdote, entiende que es «la medicina que el Señor me da para ser humilde». Aunque, señala, «siempre he experimentado, después de confesarme, la alegría de saber que Dios es mi Padre, un Padre bueno que siempre me recibe con los brazos abiertos –a pesar de mis ofensas– y no me rechaza». Sanchis piensa que es muy conveniente la confesión frecuente, «pues, de este modo, Dios nos ayuda también, mediante el ministerio del sacerdote, con el acompañamiento espiritual». «No actúas tú, sino Cristo a través de ti. ¡Es precioso!» Damián Ramírez es sacerdote diocesano y párroco de Ntra. Sra. del Carmen de Fuengirola. Recuerda su primera confesión con gran cariño: «el sacerdote me dijo que mirara al cielo (era en el patio de la parroquia) y me preguntó que qué veía. Le dije que pájaros. Y entonces me dijo que el pecado nos impedía ver las cosas de la vida como las ve Dios y que, al igual que los pájaros, nosotros estamos hechos para volar, no para estar tirados en tierra. A partir de ese día, todo cambió en mi interior y quise ver las cosas como las ve Dios». Por eso, no duda en animar a la gente «a acercarse sin miedo y con confianza al sacramento de la Penitencia, porque descubrirán cómo el Señor nos quiere para “volar”. Y volar siempre hacia él». Con respecto al sentimiento de vergüenza por confesar los pecados, Ramírez afirma que lo que le avergüenza «es decir no a Dios, y la confesión me permite decirle sí a lo que él y como él quiera». Ser ministro del sacramento es, para este párroco, «algo a lo que le doy gran importancia en mi vida pastoral y a lo que dedico cerca de una hora diaria antes de la Misa y siempre que lo necesiten en el despacho parroquial o allí donde se me requiera. Te hace sentir útil y al mismo tiempo te hace tremendamente humilde, ya que no actúas tú, sino Cristo a través de ti. ¡Y eso es precioso!». «El único que puede perdonarme es Jesús» Ildefonso López es el canónigo penitenciario de la Santa Iglesia Catedral de Málaga. Es decir, es el encargado de administrar el sacramento de la penitencia para algunos pecados que, por su gravedad, sólo pueden ser absueltos por el Obispo. Se reconoce pecador y afirma que «el único que puede perdonarme es Jesús a través del sacramento de la Penitencia, cuyo ministro es el sacerdote que actúa “in persona Christi”, es decir, en nombre y representación del mismo Cristo. Después de confesarme, siento una gran alegría al saberme perdonado, acompañada de un gran deseo de ser mejor». Para este canónigo, «el sacramento de la Reconciliación es de un valor infinito que quizá no llegan a comprender muchos bautizados. Cuando actúo como confesor, le pido al Señor tener los mismos sentimientos que él: un corazón comprensivo y misericordioso».