NoticiaEl santo de la semana Beato Leopoldo de Alpandeire, labrador en la viña del Señor Beato Leopoldo de Alpandeire Publicado: 09/02/2021: 17389 El beato de este 9 de febrero adorna su nombre con el de una de las más bellas localidades de la Serranía de Ronda: Alpandeire. Allí nació en 1864 y allí creció, en una familia de agricultores, quien el Señor elegiría para labrar su viña y dar mucho fruto. El 9 de febrero se expone a veneración la reliquia de Fray Leopoldo en la Misa de las 20.00 horas de la parroquia de la Divina Pastora y Santa Teresa de Málaga. Una escultura del beato preside un extremo de los jardines de la plaza de Capuchinos desde 2007, cuando fue bendecida por el entonces obispo de Málaga, D. Antonio Dorado No fue hasta los 30 años cuando, escuchando la predicación de unos frailes en Ronda, se sintió llamado a “ser capuchino como ellos”. Tras algunos años de trámites y esperas, finalmente, en 1900, emitió sus votos en Sevilla. Se sucedieron distintos destinos: Antequera, Granada y, de nuevo, Sevilla. Pero, en 1914 fue enviado a la ciudad de la Alhambra, donde moriría tras 42 años de absoluta entrega a Dios y a los hombres desde su vocación franciscana. Encargado del huerto del convento, sacristán y limosnero, esos humildes servicios fueron su camino de santidad, su escalera hasta el cielo. Su sencillez y su bondad, que lo llevaban a reconocerse como “un gran pecador”, eran valorados por todos los que lo conocían. Esa fama de santidad que Fray Leopoldo se ganó en vida lo llevó en volandas a su beatificación en 2010 y perdura todavía hoy. Solo hay que acercarse el día 9 de cada mes a su tumba, donde las multitudes hacen cola, para comprobar cuánto amor dio y cuánto sigue recibiendo. El apostolado de la oreja “Apostolado de la oreja”, así ha venido a llamar el papa Francisco a esa actitud caritativa de quien presta oídos a la gente con quien se cruza, sirviendo de desahogo y consuelo. Fue lo que vivió Fray Leopoldo durante los más de 40 años que ejerció como limosnero recorriendo las plazas y calles de Granada. Para cada persona con la que se cruzaba tenía una palabra de aliento, de ánimo, un consejo sencillo, una palabra dulce... Paradójicamente, en un mundo hiperconectado e hipercomunicado como el nuestro, es cada vez más difícil encontrar a alguien dispuesto a escuchar. Dar unos euros de limosna es fácil, pero ¿y prestar la oreja una o dos horas? Eso también es caridad y apostolado, porque es reflejo del amor de Dios, que nunca se cansa e escucharnos.