NoticiaEconomía Frente a la crisis, esperanza Publicado: 15/04/2011: 1037 La Resurrección del Señor que hoy celebramos no es un acontecimiento más. Como realidad histórica, confirmada por múltiples testimonios, supone un antes y un después en la historia de la humanidad. Un hito incomparable que no queda sólo para los libros de historia o de cuentos y leyendas, sino que tiene su dimensión real y práctica hoy en día. La fe en la resurrección es la que anima la vida del cristiano. En esta fe se apoya la forma de vida de millones de creyentes que esperan y viven ya en primicias una vida nueva. Creer que realmente Cristo resucitó y que nosotros resucitaremos con Él, como nos lo prometió, venciendo a la muerte, transforma la vida de las personas liberándolas de la esclavitud a la que nos somete el príncipe de este mundo: el afán por ser más, por poseer más, por dominar al otro... Por eso, en estos tiempos de crisis, la vida del cristiano debe ser, de forma especial, luz que brille en lo alto del candelero y alumbre a los que viven en "tinieblas y en sombras de muerte". Para muchos de nuestros hermanos, que no tienen esta luz, la esperanza se basa en los más que frágiles datos con los que los gobiernos tratan de acallarnos, ilusionándonos con una recuperación que ciertamente nadie sabe cuándo llegará. Durante décadas, hemos vivido engañados en la ilusión de que el progreso económico era imparable. Hasta los que más saben de economía se habían creído la promesa de "vida eterna" que ellos mismos habían fabricado con sus complicadísimas técnicas de ingeniería financiera. Las desigualdades norte-sur nos importaban poco. Nuestra carrera por tener más que el vecino nos impedía pararnos a socorrer a nuestros hermanos más necesitados, porque todavía no éramos lo suficientemente ricos. Nuestra preocupación por cómo refinanciar el préstamo para pagar nuestro segundo coche o comprar el último "gadget" tecnológico nos impedía ver al hermano que moría por no poder pagar un antibiótico de dos euros con cincuenta céntimos. Ahora, cuando todo este castillo de naipes se nos ha venido abajo, pretendemos que sean solidarios con nosotros: Que nos sigan dando trabajo, que nos perdonen los créditos que no podemos pagar, que no nos suban los precios... El cambio de vida que brota del acontecimiento pascual comienza por liberarnos de todas las falsas promesas que la sociedad nos ofrece. Porque una recuperación económica basada en repetir los mismos errores del pasado se volverá de nuevo contra nosotros. La verdadera recuperación, o viene de la mano de la solidaridad, o volverá a ser un fantasma. Sólo el que pone su esperanza en una vida nueva, y no en lo material, es capaz de dejar de mirar al pobre como alguien a quien "ayudar" y empezar a verlo como a un hermano con quien compartir los bienes que Dios nos ha dado a todos y de los que somos meros depositarios y administradores. Si esa luz llegara a brillar, se acabaría la crisis. Autor: diocesismalaga.es