Al igual que hay mujeres que han marcado la historia de la humanidad y deben ser reconocidas por diferentes motivos, pienso en este momento en la escritora Colette, la activista afroamericana Ángela Davis, la intelectual María Zambrano, la lexicógrafa María Moliner o la pintora Frida Kahlo, la madre de Jesús de Nazaret fue una mujer que marcó la Historia. Para quien lo ignore invito a echar un vistazo a su biografía para descubrir en ella una mujer que, en términos actuales, definiríamos como una activista que, desde su fe, reconoce la acción de Dios en la vida derribando del trono a los poderosos, ensalzando a los humildes, colmando de bienes a los hambrientos o despidiendo a los ricos sin nada.

Me extraña el permanente acoso y derribo de algunos sectores en los que la ideología imperante arrolla cualquier atisbo de respeto o reconocimiento por el mero hecho de que el elemento religioso forme parte de la biografía de la persona en cuestión. ¿Acaso se olvidan de la fe de María Zambrano o la práctica católica de María Moliner? Desgraciadamente el rodillo de lo políticamente correcto borra cualquier atisbo de fe, algo que impide comprender en su plenitud la grandeza de la obra de la persona en cuestión.

Con la madre de Jesús de Nazaret pasa eso; más allá del reconocimiento como madre de Dios por millones de personas, es una mujer que merece ser reconocida social e históricamente. Porque además de liderar y acompañar eficazmente la primera comunidad cristiana, donde los hombres tenían un peso específico importante, también acompañó en horas de dolor, sobrevivió al drama migratorio o se puso del lado de los más pobres. Dicho lo cual, animo a poner otro mural en el hospital Virgen de la Victoria de Málaga, en reconocimiento a esta gran mujer.