Dicha situación se ceba de forma especial en las familias monoparentales y en las inmigrantes. Y repercute en la mala nutrición de estos niños, en el bajo rendimiento escolar y en la imposibilidad de que dispongan de determinados tratamientos médicos. Según Cáritas, el número de familias que sufren este tipo de pobreza ha aumentado en los últimos meses. Uno de cada cuatro niños, en España, padece las consecuencias sociológicas, psicológicas y humanas de la crisis económica. ¡Son los niños de la crisis!

A la crisis económica, hay que añadir la crisis de la institución familiar. Aunque no se quiera decir, porque no es políticamente correcto, los niños son víctimas inocentes de las crisis matrimoniales; los más indefensos ante la falta de entendimiento entre sus padres. Comprendo que hay situaciones insostenibles, pero también es cierto que si los padres pensaran en sus hijos más que en sí mismos, antes de tirar la toalla, buscarían y encontrarían solución a sus problemas. Hablando con personas que están a punto de romper su compromiso matrimonial, he encontrado a muchas que argumentan que se han enamorado locamente y no pueden perder este tren. No se dan cuenta de que es un tren que no  leva a ningún sitio y de que los niños van a pagar las consecuencias. ¡Así es la ley actual del divorcio!

Otra de las crisis que tenemos es la de la enseñanza. Los gobernantes centran su atención en que los profesores cumplan un sinfín de protocolos y envíen multitud de informes a las delegaciones. Ya es hora de que se revise la ley de Educación y lleguen a un pacto los partidos. Porque la enseñanza no puede caer más bajo, y los que pagan son los niños. ¡Gobierno de España!