NoticiaClero Torrox dedica una calle al sacerdote Salvador Gil Publicado: 18/02/2021: 21100 Unanimidad Todos los grupos políticos presentes en la corporación municipal de Torrox apoyaron la propuesta de ponerle a una calle el nombre del sacerdote Salvador Gil Canto, antiguo párroco de Santiago el Mayor (2000-2008) en la localidad torroxeña de El Morche y actual párroco de Santa María de la Amargura de Málaga capital. La placa ya ha sido descubierta. ¿Qué ha supuesto para usted la noticia de que vayan a ponerle su nombre a una calle en El Morche, uno de los primeros destinos de los que fue párroco? En primer lugar un sentimiento de agradecimiento a Dios por la oportunidad que tuve de estar sirviendo a aquella comunidad parroquial. También de agradecimiento a tantas personas que apoyaron con su esfuerzo, dinero y trabajo la construcción del nuevo templo. Particularmente, agradezco al Ayuntamiento y a la Tenencia de Alcaldía que hayan querido reconocer, de manera pública, esos años de la vida de la parroquia, memoria viva para la historia de esa comunidad parroquial. Por otro lado, me alegra saber que cuando llevaron la propuesta de poner una calle a mi nombre, junto con las propuestas de otras personas reconocidas del lugar, todos los grupos políticos la apoyaran en las comisiones de trabajo. Esto todavía me alegra más, porque refleja el consenso, el sentir de los vecinos y feligreses, y el todos los partidos que conforman el Ayuntamiento de Torrox. La calle, además, no se encuentra en un lugar cualquiera, está muy cerca de la nave de frutas que durante un tiempo albergó la parroquia de El Morche, ¿qué le transmite ese lugar? Esta calle limitaba con la vivienda parroquial que me cedieron para vivir. Al tratarse de aquella ubicación se recuerda y se conmemora también el lugar que fue capilla o templo auxiliar mientras se construía el templo nuevo. Este lugar es muy significativo porque expresa las vivencias que tuvimos allí y el paso de Dios por la vida de muchas personas en aquellas circunstancias. ¿Qué recuerdos guarda del tiempo que vivió allí? Suelen decir que el primer destino es el primer amor, porque es un destino que marca mucho la vida del sacerdote durante los primeros años de ministerio. Para mí fueron unos años muy ilusionantes. Se trabajó con mucha alegría y entusiasmo. Fueron años de mucha gracia de Dios. Aprendí a ser cura allí, en medio de muchos momentos preciosos vividos con la gente. También hubo dificultades que se superaron con el esfuerzo de todos los feligreses. Recuerdo con cariño y agradecimiento la acogida que tuve, y que las iniciativas que fuimos planteando, a nivel de parroquial y de pueblo, fueron recibidas siempre con mucho agrado. Fueron años preciosos de trabajo gracias a la respuesta generosa de muchas personas. Guardo un cariño especial a El Morche, a la parroquia y a todos los vecinos del pueblo. ¿Qué ha supuesto para usted entonces esta calle? Para mí no es el reconocimiento a una mi persona, sino a la labor y generosidad de muchas personas. Esa calle es de ellos. Los sacerdotes estamos de paso, al servicio de la gente, intentando animar las comunidades. En este caso, así lo viví y así lo realicé. Aunque lleve mi nombre, es mi deseo que todos los vecinos de El Morche sientan que esa calle es suya y no mía. De este modo, queda visibilizado para siempre un recuerdo agradecido a las ilusiones, esfuerzos y sentimientos vividos por parte de todos. De hecho, en aquellos años no solo se construyó el templo, también se fraguó una comunidad cristiana en todos los niveles: se inició el grupo de Cáritas, se reforzó la catequesis, se empezaron grupos de niños de infancia, jóvenes y adultos; se creó el grupo de liturgia, de pastoral de la salud, se realizaron campamentos de verano junto a las parroquias del Arciprestazgo, etc. Se alentó, además, la tradición religiosa popular de la Virgen del Carmen y del apóstol Santiago, que son los patronos. Y se trabajó mucho con la Hermandad de la Virgen del Carmen. El vivir allí hizo que me sintiera uno más entre todos. Junto con la construcción del templo, cuyo lema era «Templo construido con piedras vivas», se edificó una verdadera comunidad. Una comunidad muy participativa, acogedora y marcada por la alegría, en la que las familias jugaron un papel importante. Vivíamos como una gran familia parroquial. Gracias a Dios, esa es la mejor satisfacción que uno puede tener cuando sale de un destino. Por ello, sigo dando gracias a Dios. Me considero muy poca cosa, pero el Señor empuja y abre caminos. Eso es lo verdaderamente importante. Todo esto es para Él y para el servicio del Reino, no para buscar reconocimientos, triunfos o aplausos. Si no me hubiera dedicado a otra cosa. Santiago Campos