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Epifanía del Señor (Catedral-Málaga)

Publicado: 06/01/2022: 4468

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía celebrada en la Catedral de Málaga en la fiesta de la Epifanía del Señor.

EPIFANÍA DEL SEÑOR

(Catedral-Málaga, 6 enero 2022)

Lecturas: Is 60, 1-6; Sal 71, 1-2.7-8.10-13; Ef 3, 2-3.5-6; Mt 2, 1-12.

Descubrir a Dios a través de sus huellas

1.- El profeta Isaías anuncia a su gente que la luz de Dios resplandece en la tierra e ilumina a todos los pueblos: «Caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora» (Is 60, 3).

Esa luz se ha revelado en la persona de Jesús de Nazaret, que nació en Belén y cuya manifestación celebramos hoy. La fiesta de Epifanía no es fundamentalmente la fiesta de los Magos, sino la celebración de la revelación del Señor a todos los pueblos. Los Magos simbolizan a todas las razas y pueblos del orbe.

Los pueblos viven en tinieblas cuando no reciben la luz de Cristo: «Las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos» (Is 60, 2); pero cuando acogen a Cristo amanece el día para ellos.

Nosotros vivimos también en tinieblas, hasta que acogemos la luz de Cristo y entonces se ilumina nuestro corazón y nace en nosotros la aurora.

2.- La fiesta de la Epifanía expresa que la Luz que nació en Belén, Jesús, no podía quedar aprisionada en un lugar, ni en una nación, ni siquiera en una religión nacional.

Esa Luz brilló con resplandor propio en forma de estrella para todo el firmamento universal; para encender la esperanza de la humanidad; para que todos los pueblos pudieran contemplarla; para iluminar a todos los hombres buscadores de la Verdad, buscadores de Dios.

Jesús revela que Dios es el Dios de todos; de toda raza, pueblo y nación; de cada hombre de todos los tiempos. Los primeros cristianos, provenientes del paganismo, estaban agradecidos al reconocerse en la persona de los Magos, que encontraron al Salvador.

También nosotros damos hoy gracias a Dios, porque hemos podido conocer a Cristo, luz de todos los hombres.

Hoy sigue siendo necesario anunciar a Cristo a todos los pueblos que aún no lo conocen. Hoy celebramos en la Iglesia la Jornada de los misioneros nativos y de los sacerdotes diocesanos enviados a misiones extranjeras. Como reza el lema de esa Jornada, todos estamos comprometidos en la misión. Y todos nosotros debemos ser misioneros, cada cual en su situación personal; cada uno debe hacerlo como mejor pueda.

3.- Según el evangelista Mateo, habiendo nacido Jesús en Belén en tiempos del rey Herodes, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2, 2). 

Estos Magos eran probablemente sabios que escrutaban el cielo buscando la verdadera luz, que fuese capaz de dar sentido a su existencia, y pudiera indicarles el camino a recorrer en la vida; no buscaban cualquier estrella.

Seguramente tenían la certeza de encontrar en el cosmos la «firma» de Dios; porque al autor se le reconoce en sus obras, puesto que deja en ellas la impronta de su estilo. Los expertos conocen quién es el autor de una obra de arte (pintura, música, escultura). A Dios se le puede llegar a conocer a través de su obra, la creación, como dice el libro de la Sabiduría: «Por la grandeza y hermosura de las criaturas se descubre por analogía a su creador» (Sb 13, 5).

Podemos, pues, descubrir a Dios a través de sus huellas; podemos conocer los atributos de Dios a través de su «firma»; es decir, a través de la hermosura de los seres creados, a través de la bondad de la naturaleza, a través de la inteligencia del ser humano.

De ese modo podríamos conocer mejor el sentido de nuestra vida y los signos que Dios nos ofrece.

4.- El universo, el cosmos, es la huella del Creador, que expresa su sabiduría, su creatividad, su amor infinito a los hombres. Pero la ciencia y las teorías humanas no lo explican todo, porque no pueden explicar el sentido último y profundo de la realidad, aunque no están en conflicto con la fe (cf. Benedicto, Homilía en la Epifanía del Señor, Vaticano, 6.01.2011).

La belleza del mundo terrenal, su misterio, su grandeza y su racionalidad nos hablan de Dios eterno, creador del universo y nos guían hasta Él. Los Magos contemplaron el universo de esa manera, para descubrir a Dios a través de sus huellas.

Nosotros podemos tener también esa mirada, para descubrir que el Creador del mundo es el mismo que nació en Belén y que sigue habitando entre nosotros en la Eucaristía, en la Iglesia, en nuestro corazón. Es el mismo Dios, que nos interpela, nos ama y quiere llevarnos a la vida eterna (cf. Ibid.).

5.- La narración de la historia de los Magos nos ayuda a descubrir que el lenguaje de la creación nos permite recorrer un trecho del camino hacia Dios, pero no nos da la luz definitiva. La revelación natural, por la que descubrimos algunos rasgos del Creador, no es suficiente para alcanzar la sabiduría divina y la salvación eterna.

San Pablo nos recuerda que el misterio de Dios ha sido revelado en Cristo Jesús: «Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio (…), que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas» (Ef 3, 4-5). Solo Jesucristo es la manifestación plena del misterio de Dios.

Y esto es lo que celebramos en la Epifanía: la manifestación de Cristo a todos los hombres de todas las épocas. Y todos los hombres de todas las épocas «son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio» (Ef 3,6).

6.- ¡Demos gracias a Dios, queridos hermanos, por el gran amor que se nos ha manifestado en Cristo, luz de las gentes! Nosotros también éramos “gentiles”, porque no pertenecíamos a la religión judaica. El Evangelio llegó a nosotros a través de los apóstoles y de los discípulos.

Celebremos con gran alegría esta hermosa fiesta litúrgica de la Epifanía, o manifestación de Dios a todos los pueblos, y pongámonos en camino, como los Magos, guiados por la estrella hasta encontrar al Niño-Dios (cf. Mt 2, 9), que nos trae la salvación.

Pedimos a la Santísima Virgen María su protección maternal y su compañía en nuestro caminar hacia Dios. Amén.

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