NoticiaClero Ignacio Medina: «Aquí sigo, en el combate de la fe» Ignacio Medina en el lago de Tiberiades Publicado: 10/07/2020: 22085 Sé de un cura que, de higos a brevas, se invitaba a comer a mi casa. Al más puro estilo de Jesús, que también se invitaba a comer a la casa de algunos. Más tarde comprobé que el objetivo principal de este cura no era comer (ni el de Jesús tampoco), sino ir en busca de la oveja perdida. En mi casa habíamos dos ovejas perdidas: mi padre y yo. Ambos estábamos alejados de la iglesia. Ya no íbamos a misa. él nos invitó a las catequesis de adultos que había en nuestra parroquia: “Id, que merece la pena”, decía. Un año fue mi padre. Y al año siguiente, después de otros varios almuerzos, fui yo. Me daba vergüenza decirle que no. Hoy le doy mil gracias a Dios por aquella falta de carácter o timidez mía y por el tesón de aquel cura que no cejaba, porque, realmente, mereció la pena. Yo fui, con mis 20 añitos, a las catequesis y allí había un equipo de catequistas. Y él, el cura, estaba allí en medio, como otro catequista. Me acuerdo que él no dio ninguna catequesis, pero estaba allí, de cuerpo presente, haciendo de garante. Porque él… era el cura. Mi vida, desde aquellas catequesis, cambió de rumbo 180 grados: mi relación con la Iglesia, con las personas, conmigo mismo… cambié hasta de costumbres, de amistades, mis temas de lectura… me entusiasmaron las catequesis, quería experimentar en mi propio ser todo lo que me anunciaron. Y he experimentado tantas cosas… No ha dejado de cumplirse nada de lo que me anunciaron. El evangelio fue lo que me anunciaron. Y aquí sigo, en el combate de la fe. ¿Cómo le pagaré yo a ese cura lo que hizo por mí!? ¡Cuánto rezaría y ayunaría por mí! Esto solo Dios lo sabe. Era un cura que, como dice el papa Francisco, olía a oveja.