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"El legado de nuestra fe", por Francisco Aranda

Publicado: 21/06/2013: 1356

Discurso del delegado de Hermandades y Cofradías, Francisco Aranda, en la inauguración de la Magna Exposición con motivo del Año de la fe.

Hace 45 años, Pablo VI, hacia sonar en las esbeltas bóvedas de la Capilla Sixtina estas palabras dirigidas a los artistas: «Os necesitamos; nuestro ministerio busca vuestra colaboración; al consistir en algo en los que sois maestros: aferrar del cielo del espíritu sus tesoros y revestirlos de colores, de palabras, de formas de accesibilidad». El papa Montini llegó a expresiones audaces: «Y si nos faltara vuestra ayuda nuestro ministerio se haría balbuciente e incierto. Para alcanzar , dicho ministerio, la fuerza de la expresión lírica de la belleza intuitiva, exigiría hacer coincidir el sacerdocio con el arte». Para acabar avisando que era necesario restablecer la amistad de la Iglesia con los artistas. Ya es un gozo escuchar estas palabra en el singular cofre de Capilla Sixtina, que ensambla arquitectura con pintura de la grandeza de Perugino, Guirlandaio, Cosimo Roselli, Luca Signorelli o M.A. Bounarotti por citar algunos.

El mismo papa se dirigió a los artistas al concluir el Vaticano II de esta manera: «Si sois amigos del verdadero arte, sois nuestros amigos» y añadió: «este mundo necesita belleza para que no se precipite en la desesperaración. Sois, vosotros, custodios de la belleza del mundo creado».

Juan Pablo II, en la vigilia del gran jubileo de 2000, se dirige a los artistas que «con apasionada entrega buscan nuevas formas de manifestación de la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística», antes de proclamar patrono al beato Fray Angélico, por ser modelo de la armonía arte fe.

En esta línea se inscribe la enorme sensibilidad artística del papa emérito Benedicto XVI. Tras constatar que el mundo actual se debate en grave crisis social y económica también de un debilitamiento de la esperanza, por desconfiar en relaciones humanas. Que el mundo corre el riesgo de cambiar su rostro por la acción del hombre que no cultiva, no tiene tiempo, la belleza, ocupado en matar a la madre tierra. Y es la belleza, no la destrucción sistemática, la que le permite soñar con una vida digna. En este contexto la experiencia de lo bello nos ayuda a liberar la vida cristiana de su oscuridad y hacerla luminosa

Es función del arte  “sacudir” al hombre para que salga de sí y dirija su corazón a lo alto. Escribía F. Dostoiesvki: «La humanidad puede vivir sin la ciencia, sin pan, pero sin la belleza no podría seguir viviendo, porque no habrá nada que hacer en el mundo». Y lo mismo el pintor G. Braque: «El arte está hecho para turbar, mientras que la ciencia adormece. La belleza golpea, y hace salir al hombre de la modorra hacia su fin último, hacia una nueva esperanza y le anima a vivir el don de la existencia». Cita Benedicto XVI al respecto una frase de un poeta polaco, Cyprian Norwid: «La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir».

La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente. Y ella misma es camino hacia Él, hacia Dios. Esta sintonía, esta mutua llamada adquiere una especial relevancia en obras que tienen como protagonistas los misterios centrales de nuestra fe: Pasión , Muerte y Resurrección. Son símbolos que nos lanzan (sy-mballo) al más allá; nos ponen en camino hacia la fe, SON LA PUERTA DE LA FE.

Y ésta es la grandeza de esta gran exposición que inauguramos se propone. Es la vía pulchritudinis que hemos referido, que inspiró grandes tratado de teólogos contemporáneo ( V Baltasar. GLORIA) En el mismo sentido escribía S. Weill: «En todo lo que suscita en nosotros el sentimiento puro y autentico de lo bello está Dios. La encarnación de Dios en el mundo tiene como gran signo la belleza; lo bello nos dice que la Encarnación fue posible». Por eso todo arte es, en esencia, religioso. Y arte significa «Dentro de cada cosa se puede mostrar Dios» ( H. Hesse)

Si la Iglesia tiene necesidad del arte, como afirmó Juan Pablo II a los artistas, cabe la otra pregunta: ¿Tiene el arte necesidad de la Iglesia? Es lo que se substancia en esta exposición. Es el sentimiento popular, siempre sabio, siempre desmesurado, el que a través de generaciones, contra viento y marea, en la ventura y en la indigencia ha acudido a las fuentes de fe (Magisterio, Tradición) para entre balbuceos dar vida a lo que siente y lo que vive, en una secular historia, atravesada de aciertos, los más , y algunos errores los menos.

Este caminar de nuestro pueblo malagueño es lo un grupo de entusiastas y temerarios/as personas, que no estimo oportuno repetir, hoy os ofrece esta exposición “ El legado de nuestra fe”.

S. Agustín, cantor de la belleza, al reflexionar sobre el destino del hombre, escribía: «Gozaremos de una visión no contemplada por los ojos, ni oída por los oídos; nunca imaginada por la fantasía: visión que supera todas las bellezas porque es la fuente de cualquier otra belleza» ( I Ep. in Jho)

Y lo hace temeroso, azorado... en búsqueda, en nuestra condición de caminante. Algo así como escribía el gran poeta del pueblo, Antonio Machado


Como perro olvidado que no tiene
 huella ni olfato
y yerra
por los caminos sin camino,
como
el niño que en la noche de una fiesta

se pierde entre el gentío
y el aire polvoriento
y las candelas
chispeantes, atónito
y asombra
su corazón de música y de pena,

así voy yo, borracho melancólico

guitarrista lunático, poeta,

y pobre hombre en sueños,

siempre buscando a Dios entre la niebla.

(Soledades)

Hermanos cofrades malagueños, no cesemos en nuestro afán de buscar a Dios, siempre Mayor; un paso en esta inacabable búsqueda- es lo que para acrecentar vuestra fe, alentar vuestra esperanza y fortalecer vuestro amor, hoy os presentamos

Que Cristo Resucitado y María, Reina de los Cielos, junto a vuestros titulares, nos sean propicios.

Málaga, 20 de Junio de 2013
Francisco Aranda Otero, sacerdote

Autor: Francisco Aranda

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