NoticiaSemana Santa Sor Lucía. Comentario al Evangelio de la Vigilia Pascual 2020 Vigilia Pascual en la parroquia de San Fernando, en la barriada malagueña de El Cónsul // S. TERUEL Publicado: 02/04/2020: 16876 CRISIS CORONAVIRUS Comentario al Evangelio de la Vigilia Pascual por Sor Lucía Carmen de la Trinidad, del Carmelo Teresiano de Antequera. Vigilia Pascual, 2020. Concelebrada por todos los sacerdotes, en la soledad poblada de todas nuestras presencias. Bendecimos el fuego… ¿qué fuego? Esa llama encendida en lo hondo del corazón, que crece en danza jubilosa porque nunca como ahora nos hemos sabido tan pequeños y vulnerables. Tan juntos, a pesar de la distancia. Lo bendecimos “fuera”, porque todos nos sentimos un poco desamparados, “fuera de la verdadera casa común”. Bendecido este fuego, entramos llenos de alegría en el Templo santo. En esta Vigilia tan especial, el Templo es este mundo herido, infectado. Su bóveda, el mismo cielo. Aquí resuena en esta Noche el Pregón Pascual. Un poco largo, porque todos somos cantores en esta Fiesta, a cada uno se nos confía un verso. A cada uno se le da una oportunidad para cantar su pena o su alegría. Escuchemos atentamente, con el fuego encendido. Liturgia de la Palabra: se proclaman todas las lecturas. ¡Gocemos de esta Historia de Salvación: ¡Dios nos ama! Es el grito jubiloso de los Profetas, de los Sabios, del Pueblo en camino. Gloria polifónico: en todos los idiomas, mientras resuenan las campanas gritando nuestra común, esperanza. ¡Aleluya! ¡Jesús, mi amor y mi esperanza…ha resucitado! “¡No temáis!... ¡Alegraos!... ¡No tengáis miedo!” Escuchemos las letanías. Cada uno cante su invocación preferida. Todos tenemos nuestro propio lugar. Bendición del agua. ¿Dónde está el agua? Este año el agua viene purificada, para ser bendecida y dar vida: el agua de nuestras lágrimas, del dolor que nos arranca esta situación que estamos viviendo. Manan fuentes sin cesar por todas las esquinas del mundo… Profesemos la fe que nos mantiene en pie, que da sentido a nuestro dolor. Acerquémonos a recibir a Jesús. Sin palabras. Sola la mirada y el deseo de que Él lo sea todo en mi vida. Saludemos a la Reina del Cielo… ¡Alégrate, Madre, porque después de esta Cuaresma universal, de este Sábado Santo infinito, al fin brilla la Luz en lo más hondo de nuestras tinieblas! Y vayamos en paz. Vivamos resucitados en la paz del Señor.