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Monseñor Lerma saluda a Doña Sofía en Mozambique

Publicado: 02/04/2013: 3120

La Reina de España Doña Sofía ha estado de visita en Mozambique del 8 al 11 de abril. Durante su estancia en el país, ha visitado diversas obras sociales financiadas desde España. Mons. Lerma, obispo de Gurué, en Mozambique, entrevistado por Diócesis Málaga en su última visita a nuestra ciudad, se encontraba en esos días en Maputo, participando en la Sesión Plenaria de la Conferencia Episcopal de Mozambique, y tuvo la oportunidad de saludar a Doña Sofía en la embajada española.

«No abandonaría Mozambique por problemas, podría abandonarlo por obediencia, pero no por dificultades sociales. Hemos vivido más de 20 años de guerras y allí nos mantenemos los misioneros», afirma con rotundidad el obispo de Gurúè (Mozambique), D. Francisco Lerma (El Palmar, Murcia, 1945), primer Misionero de la Consolata español elegido obispo. Su vocación misionera creció desde pequeño y ya son 40 años los que lleva viviendo en tierras africanas. Son muchos los signos de Resurrección que ve en la comunidad cristiana africana y que nos cuenta en una reciente visita a Málaga

 

–Es el primer Misionero de la Consolata español nombrado como obispo, ¿qué supone para usted?  

–Se trata de continuar la misión con nuevos encargos, responsabilidades y dimensiones de nuestra forma de ser misioneros. Yo digo que no soy un obispo misionero, sino un misionero al que ahora la Iglesia lo ha llamado a ser Obispo y ejercer un ministerio donde hace más de 40 años que estoy viviendo como misionero, llegué a Mozambique en 1971. 

–¿Cómo se anuncia el Evangelio en una diócesis con un 50% de pobreza extrema y menos de un euro al día? 

–El primer anuncio del Evangelio es la presencia, estar con el pueblo. No tenemos fuerzas para resolver el problema del hambre de un día para otro, no tenemos una varita mágica que resuelva el problema de la injusticia y de las situaciones infrahumanas que se viven. Entonces, nos podemos preguntar, ¿qué ahcemos? Pues creo que la misión que Jesús dio a la Iglesia es que sea testimonio de una vida nueva, eso es el anuncio del Evangelio. Entonces, lo que podemos hacer es continuar dando ese testimonio y hacer lo que podamos. Nuestras fuerzas son mínimas ante los enormes problemas de nuestra sociedad, pero sí que podemos dar testimonio todos, ser misioneros aquí y allá. 

–¿Alguna vez le pueden las dificultades? 

–Las dificultades te abruman, pero no te desaniman porque lo que nos lleva a estar en Mozambique, en Japón o en Sri Lanka o donde sea, no son los problemas, ni encontrar una solución a los problemas, sino testimoniar el Evangelio de Jesús. Las dificultades pueden ser enormes, pero no te desaniman, pues tienes la esperanza cristiana, que es lo fundamental. 

–¿Qué signos de Resurrección ve usted en su Diócesis de Gurúè? 

–En primer lugar, que es una Iglesia que está creciendo, de los dos millones de habitantes que la forman, el 50% son católicos. Tenemos dos mil comunidades y, al frente de cada una de ellas, un grupo de cuatro o cinco laicos que lleva adelante la evangelización, el catecumenado, la preparación para recibir los sacramentos, la celebración dominical, la distribución de la Eucaristía, el acompañamiento de las comunidades... todo esto está en las manos de los seglares y ésa es la fuerza de la Iglesia en Mozambique. Es la comunidad la que asume el papel de la evangelización. 

–A los cristianos de Málaga, cómo nos recomienda vivir la Pascua. 

–-Que vayan a lo esencial. Cuando venimos de África vemos que la sociedad está desorientada por los problemas, pero un cristiano no puede perder nunca el norte, sean cuales sean los problemas que tiene delante. El paro, el desánimo, la situación política, social y económica... ésa es la realidad concreta y es ahí donde tenemos que anunciar el Evangelio. No podemos esperar a que se resuelvan los problemas para anunciar el Evangelio. Ante una enfermedad terminal, un cristiano tiene que vivirla en profundidad, Cristo no se baja de la Cruz. Un cristiano tiene que asumir su responsabilidad y ser cristiano abriendo ventanas de esperanza.

- Cuando el Papa lo nombró Obispo le dio el encargo de favorecer “la creación de una Iglesia abierta y universal en África, sonde convivan obispos autóctonos con misioneros”, ¿cómo lleva ese encargo?

- Es un desafío y un reto para la Iglesia en Mozambique hoy. Crear, suscitar y colaborar en la construcción de la Iglesia local. Nosotros enriquecemos desde nuestras fuerzas y entusiasmo a esta Iglesia que es pobre en personas y recursos. Nos integramos dentro de una Iglesia local que está creciendo. Yo estoy sucediendo a un obispo africano por circunstancias concretas de enfermedad. Los misioneros, estamos dispuestos a lo que sea, como hemos colaborado durante años y como continuamos haciendo. Es un reto para nosotros saber integrarse en el crecimiento de la Iglesia local.

- Cómo surgió su vocación misionera.

- La vocación misionera “ad gentes” nació muy temprano. Tengo 68 años, pues cuando estaba en párvulos, nuestros maestros creaban un ambiente misionero en las escuelas. Había unas huchas en la mesa del profesor, con la cara de niños de diversas culturas. Cada lunes, los niños, cuando llegábamos a la escuela, les echábamos unas monedas que habíamos ahorrado de lo que nos habían dado para comprar caramelos. Desde pequeños sabíamos que había otro mundo más allá de Murcia, que existía África, Asia… Y poco a poco fue aumentando mi vocación. Nuestra diócesis de Murcia tenía más de 50 sacerdotes del clero diocesano en misiones, y este ambiente fue creciendo, también en el Seminario Diocesano. Al final, dije que quería ser sacerdote, pero fuera de los parámetros culturales de Murcia, quería ser sacerdote del mundo entero. Abracé un instituto de dimensiones internacionales, con misiones en África y América latina y mi vocación misionera se ha concretado en Mozambique en estos años y no abandono Mozambique por problemas, podría abandonarla por obediencia, pero no por problemas, guerras o destrucción. Hemos vivido más de 20 años de guerras y nos hemos mantenido allí.

- Usted ha vivido varias guerras en Mozambique.

- La de Independencia, durante cuatro años, cuando todavía era colonia portuguesa, en 1971. Y la contrarrevolucionaria, hasta el 92. Las dos las he vivido, pero no he abandonado Mozambique porque pienso que una persona no abandona su familia porque haya problemas, o una enfermedad. A nosotros, como misioneros, las dificultades no nos van a quitar nuestra vocación misionera. No vamos a abandonar el barco. En una situación extrema, el misionero será el último en abandonar.

- Cuando vuelve a España, qué es lo que más llama su atención.

- Ahora volvemos cada año, la vocación de un Obispo no puedo tener vacaciones muy largas, así que aprovecho el tiempo de la lluvia y vengo un mes escaso. Lo que más me llama la atención es que los cristianos viven desanimados, las comunidades, las parroquias faltas de entusiasmo y alegría, de ganas de asumir actividades. Todo depende del sacerdote, si no está el sacerdote, la iglesia está cerrada, no hay oración, ni un funeral, ni un Vía Crucis... depende mucho del sacerdote. La vida pastoral está muy centralizada. Y el sacerdote es un ministerio de coordinación, pero es la comunidad la que tiene que funcionar siempre. Está todo muy centralizado en el sacerdote. Cuando hay cambio de sacerdote, la comunidad para su actividad. Si el sacerdote no deja espacio a los laicos, tampoco ellos van a asumir su papel. La Iglesia que nos dejó el Concilio vaticano II es Iglesia pueblo de Dios, no una Iglesia piramidal, sino una Iglesia rueda donde cada radio tiene su función, pero el centro es Jesucristo.

- Un consejo para quienes se plantean su vocación.

- Que la asuman y que hagan una opción fundamental en su vida. Significa que hay que ahondar en lo más profundo de nuestro ser, en la conciencia, y allí descubrir cuál es mi respuesta, porque el centro no soy yo. La vocación no es mía, sino de Alguien que me ama. Tú ves en tu interior dónde está esa llamada de Dios y asumes profundamente en tu ser la respuesta que quieras dar libremente a esa llamada del Señor.

- ¿Qué proyectos están poniendo en marcha en la Diócesis de Gùrué?

- Proyectos muchos, hemos celebrado recientemente una asamblea, que se ha preparado durante cuatro meses en todas las comunidades. En ella hemos marcado las pautas para los próximos tres años: crear comunión diocesana, la evangelización y formación, y la sustentabilidad económica. Éste es el esquema que llevamos adelante en este trienio. Estamos abriendo una escuela de catequistas, pequeños centros de formación y el primer Seminario Diocesano. También tenemos proyectos de agricultura, de desnutrición de niños, de acogida de huérfanos, de atención a enfermos de sida y de enfermedades que asolan África, como son la malaria y al tuberculosis. Son problemas que tenemos que enfrentar todos los días. Incluso estamos abriendo una Facultad y una radio en la Diócesis. 
 

Autor: Encarni Llamas

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