¿Por qué predicar en el desierto, donde la voz se pierde en el silencio? Quizá porque el silencio es el único lugar de la escucha; porque en el desierto sobra todo lo superfluo; porque al desierto no se va con maquillajes y disfraces; porque en el desierto no hay distracciones; porque en el desierto no hay centros comerciales. En el desierto te sientes solo y echas de menos al hermano. En el desierto descubres tu vacío interior, el que solo Cristo puede llenar. Dios te sale al encuentro en el desierto, y ahí te dejas encontrar.

Este Adviento-Covid con reducción de horarios consumistas puede ayudarnos a preparar mejor el camino al Señor. Nuestro mundo se ha trastocado, nada se vive como años anteriores. Déjate afectar por lo externo y trastoca tu vida. ¡Conviértete! Invierte tu realidad: baja tus montes y collados elevados por el orgullo, la ambición y el desprecio al que no piensa como tú. Eleva los valles dando oportunidades a quienes sufren por el paro, la enfermedad y la exclusión. Endereza los caminos retorcidos y escabrosos de un corazón cerrado al perdón, contaminado por prejuicios y resentimientos.

Siéntete pequeño en la inmensidad de tu desierto, como Juan, indigno de realizar el trabajo del esclavo: desatar las sandalias del Señor. Sonríele a tu pequeñez, acógela. Solo desde abajo llegarán el cielo y la tierra nueva, y el sueño de la fraternidad universal se hará realidad.