Alguna vez hemos tomado una decisión echándola a la suerte de cara o cruz. Previamente, hemos tenido que escoger el anverso o el reverso de la moneda. Pero la vida, en algunas ocasiones, no te ofrece la oportunidad de escoger: te toca cruz o cruz.

Y es que la cruz es parte de la condición humana, es parte de la vida. No pretendas huir de ella porque siempre corre más que tú y, al final, terminará por alcanzarte.

En el evangelio de este domingo, Jesús de Nazaret nos invita, que no impone, a que el que quiera seguirlo coja su cruz y lo siga. El seguimiento de Jesús es un proceso y, como parte de él, acoger la cruz también se convierte en un proceso. Es necesario, primero: identificar mi cruz, ponerle nombre, ser consciente de ella. Segundo: acogerla, asumirla como parte de mi vida. Y tercero: dotarla de sentido, que me ayude a madurar, a crecer como persona e, incluso, que me anime a arrimar el hombro ante las cruces de las personas que me rodean.

La vida, inexorablemente, trae consigo sus propias cruces, no podemos escoger cara o cruz; pero desde el seguimiento de Jesús sí podemos decidir cómo vivirla.